La eólica marina ya no es solo energía limpia: se está convirtiendo rápidamente en una estrategias clave de Europa para la independencia energética. La UE planea ampliarla, por lo que el sector se enfrenta a un reto: ¿cómo ampliar los parques eólicos de forma sostenible sin disparar los costes?
Kriegers Flak, que emerge del mar Báltico, es más que el mayor parque eólico marino de Dinamarca. Es un puente energético pionero entre Dinamarca y Alemania que ayuda a equilibrar el precio de la electricidad y a reforzar la seguridad energética en ambos países ofreciendo, además, una alternativa limpia a los combustibles fósiles. A medida que Europa busca asegurar su futuro energético, los parques eólicos como el de Kriegers Flak están llamados a desempeñar un papel cada vez más importante.
"Europa necesita más electricidad renovable propia como esta", afirma Giles Dickson, director general de WindEurope, organismo del sector que representa a más de 600 empresas. "Eso significa más seguridad energética, lo que a su vez implica seguridad económica y nacional".
Las cifras son ambiciosas. La UE quiere aumentar su capacidad eólica marina de los 20 gigavatios actuales a 360 gigavatios en 2050. Es una tarea colosal, que respaldan las políticas y la rápida innovación tecnológica.
Turbinas más grandes, control más inteligente
En el puerto de Esbjerg, en la costa oeste de Dinamarca, el futuro ya está tomando forma. Desde aquí, el gigante energético sueco Vattenfall gestiona a distancia más de 1.200 turbinas marinas en cuatro países. Los algoritmos desempeñan un papel cada vez más importante en esta transición digital: según Laura Ørsted, quien dirige el centro de control operativo de Vattenfall, la automatización es crucial para mantener el ritmo de crecimiento del número de turbinas.
A medida que las turbinas se hacen más altas y potentes, puertos como el de Esbjerg se amplían para satisfacer la demanda logística. El puerto, que ya ha acogido el 80% de las instalaciones eólicas marinas de Europa, está recuperando más terreno para albergar equipos de nueva generación.
"Una de las dificultades de la energía eólica marina es que necesita mucho espacio portuario y capacidad portuaria: por eso no hay suficientes puertos eólicos marinos en Europa", explica Dennis Jul Pedersen, director general del puerto. "Tenemos la suerte de haber podido desarrollar el puerto en consonancia con lo que necesita la industria, y seguiremos muy, muy ocupados en el futuro".
El reto de los costes de mantenimiento
Instalar turbinas en el mar no es fácil ni barato. Los barcos especializados, como el Wind Osprey, al mando de la empresa danesa Cadeler, son fundamentales. Con patas extensibles que alcanzan el fondo marino, crean plataformas estables para montar enormes piezas.
"Todo está creciendo", afirma el capitán Matthew Christie, del Wind Osprey. "Acabamos de instalar una grúa nueva, más larga y con mayor capacidad para levantar peso, porque ahora las secciones de la torre son más altas".
Un solo día de operación de estos buques puede costar cientos de miles de euros. Además, una vez instaladas las turbinas, mantenerlas en funcionamiento es otro gran reto.
Las turbinas sufren el embate del agua salada y las tormentas. A diferencia de las terrestres, son de difícil acceso: hay que ir en barco o helicóptero, y solo con buen tiempo. Esto hace que el mantenimiento sea una de las partes más caras de la operación, pues representa hasta un tercio del coste total.
"En realidad, el coste de mantenimiento es una fracción bastante grande del coste total nivelado de la energía", afirma Simon Watson, profesor de sistemas de energía eólica de la Universidad Técnica de Delft. "Hay un gran interés en reducirlo para que la energía eólica marina sea más rentable".
¿Robots al rescate?
El sector recurre cada vez más a la robótica como parte de la solución. En Letonia, una empresa llamada Aerones ha desarrollado un robot trepador que puede inspeccionar y reparar palas de turbinas más rápido —y con mayor seguridad— que los operarios humanos.
Estos robots pueden lijar, recubrir e inspeccionar las palas en busca de daños, lo que reduce drásticamente el tiempo de inactividad y mantiene las turbinas en funcionamiento.
"Las palas más grandes del mundo superan los 120 metros", afirma Dainis Kruze, director general de Aerones. "Optimizamos la velocidad de los robots para que las turbinas estén paradas mucho menos tiempo mientras hacemos el trabajo".
En su fábrica de Riga, Aerones fabrica ya docenas de estas máquinas cada mes para satisfacer la demanda. ¿La visión a largo plazo? Robots de mantenimiento autónomos para cada turbina, supervisados por técnicos en lugar de ser operados manualmente.
"A medida que los robots se hacen más inteligentes, intentamos aplicar algoritmos para que el operador supervise a los agentes de inteligencia artificial que hacen el trabajo, y no se implique tanto moviendo el robot a izquierda o derecha", añade Janis Putrams, director técnico de Aerones.
El viento sopla a favor de Europa
A pesar de los retos, el impulso es fuerte. El evento anual de WindEurope en Copenhague puso de relieve la inversión, la investigación y la cooperación internacional que impulsa este sector.
Para 2030, se espera que la industria eólica europea —marina y terrestre— emplee a más de 900.000 personas y aporte más de 100.000 millones de euros a la economía de la UE.
"Se crean empleos, crecimiento e inversión localmente al construir y operar los parques eólicos, fabricar las turbinas y todo el equipamiento, incluido el de red, que forma parte de la energía eólica", señala Giles Dickson de WindEurope.
A medida que Europa trabaja para reducir su dependencia de los combustibles fósiles y de las inestables importaciones de energía, la eólica marina se está convirtiendo rápidamente en un pilar estratégico. Ampliarla no es fácil, pero con innovación e inversiones inteligentes, el continente está convirtiendo sus vientos costeros en una poderosa fuerza de cambio.