Aproximadamente 1,6 millones de toneladas de municiones de la Segunda Guerra Mundial yacen en el fondo marino, con fugas de compuestos tóxicos que contaminan la vida marina y amenazan el ecosistema del Báltico.
Lentamente, Dirk Schoenen se sumerge hasta una enorme pila de munición de la Segunda Guerra Mundial que se encuentra en el fondo del mar Báltico. Retira algunas de las piezas superiores y las coloca cuidadosamente en una cesta, mientras un equipo de ingenieros, buceadores y marineros observan todos sus movimientos en monitores que retransmiten imágenes en directo desde una cámara colocada en su cabeza.
Al cabo de una hora, el equipo vuelve a subir a Schoenen a la Baltic Lift, una plataforma móvil situada a seis kilómetros de la pequeña localidad de Boltenhagen, en la costa alemana. Ha recuperado varios proyectiles de 128 mm -algunos de ellos todavía dentro de su caja de madera, ya rota-, fragmentos de granadas más pequeñas y varios proyectiles de 20 mm.
Su botín ha sido fructífero, pero modesto en comparación con todo lo que queda aún en el lecho marino. Aproximadamente, 1,6 millones de toneladas de munición obsoleta yacen en el fondo del mar Báltico, así como en el del mar del Norte, lo que supone un peligro considerable: sus casquillos se oxidan lentamente y emiten sustancias tóxicas, como compuestos de TNT.
Europa aún se afana en limpiar los restos de la Segunda Guerra Mundial
Mientras las tensiones entre Rusia y la OTAN se intensifican en el mar Báltico, con incidentes casi diarios de sabotaje de cables submarinos, aviones de combate de la OTAN esforzándose por mantener a los aviones militares rusos a raya y drones hostiles procedentes del Este que invaden el espacio aéreo occidental, los europeos siguen ocupados limpiando los restos que la Segunda Guerra Mundial, y en menor medida la Primera, dejaron en el océano.
La mayor parte de la munición se hundió deliberadamente en el océano después de la guerra porque a los aliados les preocupaba que Alemania pudiera reanudar las hostilidades en algún momento, y ordenaron que Berlín destruyera toda su artillería. En aquel momento, la forma más fácil de hacerlo parecía ser simplemente arrojarlo todo al mar.
En 1946, se enviaron trenes desde toda Alemania a las costas, y se encargó a los pescadores que llevaran el material a las zonas designadas para su eliminación en los mares Báltico y del Norte. A menudo, sin embargo, también arrojaban la munición en otras zonas del océano, y las fuertes corrientes, con el tiempo, han esparcido los artefactos por todo el lecho marino.
En un esfuerzo por limpiar los fondos marinos de los restos de la guerra, el Gobierno alemán ha concedido 100 millones de euros a equipos de buceadores para que estudien la mejor manera de recuperar esta munición, y a ingenieros para que elaboren planes a largo plazo sobre cómo librarse de ella.
El proyecto piloto actual, de cuatro semanas de duración, comenzó el mes pasado en la plataforma Baltic Lift, una barcaza grúa autopropulsada amarrada temporalmente frente a Boltenhagen. Allí, los expertos descubrieron un gran yacimiento con unas 900 toneladas de munición obsoleta.
Dos equipos de buzos trabajan en turnos de 12 horas cada día. Es demasiado peligroso subir las piezas descompuestas a la plataforma, por lo que inicialmente se clasifican y almacenan en cestas bajo el agua hasta que un barco especial las lleva a tierra. Sólo entonces se llevan a instalaciones especializadas en la eliminación de munición obsoleta.
Riesgos de explosiones espontáneas y contaminación
"No se trata de un trabajo rutinario", afirma Schoenen, de 60 años, con casi 40 de experiencia y voluntario del equipo de buceo Baltic Taucher. "El reto, por supuesto, es que nunca sabes lo que te vas a encontrar", dijo mientras se despojaba de su equipo de buceo, incluidos los tres pares de guantes que usa para asegurarse de que su piel no entra en contacto directo con la munición.
"La mayoría de estas cosas se pueden manipular, pero no hay que descuidar la precaución y golpear o tirar algo al azar", explica. La munición en descomposición no sólo contamina el agua; también puede explotar, ya que los detonadores de las minas marinas y las bombas aéreas sin estallar se vuelven cada vez más sensibles. Se trata de un hecho poco frecuente.
Peor aún, esta munición de 80 años también está empezando a envenenar el ecosistema marino. Se han localizado fragmentos en descomposición de explosivos TNT, considerados cancerígenos, en el agua cerca de la vieja munición que yace en el lecho marino.
Se ha descubierto que las sustancias derivadas de los explosivos se acumulan en el lecho marino y afecta a su biodiversidad, como mejillones y peces, según el Ministerio de Medio Ambiente alemán, que encabeza las tareas de limpieza.
Aunque los niveles de sustancias tóxicas detectados estaban muy por debajo de los umbrales de seguridad para el agua potable o para los organismos marinos, en algunos casos "las concentraciones se acercaban a niveles críticos", señaló el Centro GEOMAR Helmholtz de Investigación Oceánica de Kiel en un estudio publicado en febrero. El instituto de investigación subrayó "la urgente necesidad de retirar las municiones para minimizar los riesgos a largo plazo".
El problema es especialmente acuciante en el mar Báltico, debido al estrecho canal que lo conecta con el cercano mar del Norte y con el océano Atlántico, lo que significa que el agua contaminada apenas circula durante décadas, según el Ministerio de Medio Ambiente alemán.
Otros países se enfrentan a problemas similares
El proyecto gubernamental no se limita a limpiar el fondo marino. El objetivo a largo plazo es encontrar formas seguras de recuperar y destruir inmediatamente la munición, idealmente por medios automatizados sin ayuda de buzos humanos, y quemando el material tóxico en una planta industrial flotante en alta mar.
Según Volker Hesse, ingeniero naval que coordina el programa, el proyecto actual y otros tres patrocinados por el Gobierno el año pasado, en los que se utilizaron robots submarinos para examinar el fondo marino, ayudarán a determinar cómo deben diseñarse esas instalaciones en alta mar.
Hesse subrayó que los hallazgos no sólo son importantes para Alemania, sino también de gran interés para otros países, ya que la munición obsoleta hundida en el mar es un problema creciente en todo el mundo. Señaló que el mar Negro también se enfrenta al problema de la contaminación por munición procedente de la guerra de Rusia en Ucrania.
"Este es definitivamente un problema global, solo hay que pensar en las crisis de Vietnam o Camboya, pero también aquí localmente en los países vecinos, el mar Báltico, Dinamarca, Polonia", dijo.