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Siestas de 4 segundos y dormitar en vuelo, sueño extremo ayuda a estos animales a evitar el peligro

Los pingüinos de barbijo recurren a microsueños para sobrellevar las exigencias del cuidado de sus crías.
Los pingüinos de barbijo dependen de los microsueños para afrontar sus tareas de crianza. Derechos de autor  TC Photography via Unsplash
Derechos de autor  TC Photography via Unsplash
Por Christina Larson con AP
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Desde dormir con medio cerebro al volar hasta echar cabezadas de cuatro segundos para cuidar a sus crías, estos animales han ideado formas ingeniosas de descansar.

Todo animal con cerebro necesita dormir, y hasta algunos sin cerebro también. Los humanos duermen, las aves duermen, las ballenas duermen e incluso las medusas duermen.

El sueño es universal, "aunque en realidad es muy arriesgado", afirma Paul-Antoine Libourel, investigador del Centro de Investigación en Neurociencia de Lyon, en Francia.

Cuando los animales se quedan dormidos, son más vulnerables ante depredadores sigilosos. Pese a los riesgos, la necesidad de dormir es tan intensa que ninguna criatura puede prescindir totalmente de ella, ni siquiera cuando resulta muy inconveniente.

Los animales que afrontan condiciones y entornos extremos han evolucionado para dormir de formas extremas, por ejemplo, robando segundos durante una crianza ininterrumpida, echando cabezadas en pleno vuelo durante largas migraciones e incluso dormitando mientras nadan.

Durante mucho tiempo, los científicos solo podían conjeturar con fundamento cuándo dormían los animales salvajes, observando cuándo se quedaban quietos y cerraban los ojos. Pero en los últimos años, dispositivos diminutos de seguimiento y cascos que miden las ondas cerebrales, versiones miniaturizadas del equipamiento de los laboratorios del sueño humanos, han permitido a los investigadores vislumbrar por primera vez las variadas y a veces espectaculares formas en que los animales salvajes cabecean.

"Estamos viendo que el sueño es realmente flexible según las exigencias ecológicas", afirma Niels Rattenborg, especialista en investigación del sueño animal en el Instituto Max Planck de Inteligencia Biológica, en Alemania.

La ciencia emergente del sueño extremo.

Pingüinos de barbijo y sus microsueños

Tomemos como ejemplo los pingüinos de barbijo en la Antártida que estudia Libourel.

Estos pingüinos forman pareja para toda la vida y comparten las tareas de cría, con uno de los adultos cuidando el huevo o al pollito, diminuto y gris y esponjoso, para mantenerlo caliente y a salvo mientras el otro se aleja nadando a pescar la comida de la familia. Luego intercambian los papeles y sostienen este trabajo incesante durante semanas.

Los padres pingüinos afrontan un reto común, dormir lo suficiente sin quitar ojo a sus crías.

Lo logran a base de miles de cabezadas al día, cada una de apenas cuatro segundos de media.

Estos breves microsueños, como los denomina el biólogo Won Young Lee del Instituto Coreano de Investigación Polar, parecen bastar para que los padres pingüinos mantengan sus cuidados durante semanas dentro de sus colonias abarrotadas y ruidosas.

Cuando pasa un vecino torpe o hay aves marinas depredadoras cerca, el progenitor parpadea para ponerse en alerta y pronto vuelve a dormitar, con la barbilla cabeceando sobre el pecho, como un conductor somnoliento.

Las cabezadas se acumulan. Cada pingüino duerme un total de 11 horas al día, según constataron los científicos al medir la actividad cerebral de 14 adultos durante 11 días en la isla Rey Jorge, en la Antártida.

Para mantenerse en gran medida alerta y al mismo tiempo colar suficientes cabezadas, los pingüinos han desarrollado la envidiable capacidad de funcionar con un sueño extremadamente fragmentado, al menos durante la temporada de cría.

Los investigadores pueden ver ahora cuándo duerme uno de los hemisferios del cerebro, o ambos a la vez.

Las aves fragata duermen algo en pleno vuelo.
Las aves fragata duermen algo en pleno vuelo. AussieActive via Unsplash

Las aves fragata duermen con medio cerebro en vuelo

Hace tiempo que poetas, marineros y observadores de aves se preguntan si las aves que vuelan durante meses llegan a echar cabezadas en el aire.

En algunos casos, la respuesta es sí, como descubrieron los científicos al colocar dispositivos que miden la actividad de las ondas cerebrales en la cabeza de grandes aves marinas que anidan en las islas Galápagos, conocidas como aves fragata grandes.

Mientras vuelan, las aves fragata pueden dormir con la mitad del cerebro a la vez. La otra mitad permanece semialerta, de modo que un ojo sigue atento a los obstáculos en su trayectoria.

Esto les permite planear durante semanas seguidas sin tocar tierra ni agua, algo que dañaría su delicado plumaje, no repelente al agua.

Las aves fragata no pueden realizar maniobras complejas, aletear, buscar alimento o zambullirse, solo con la mitad del cerebro. Cuando se lanzan tras una presa, deben estar completamente despiertas. Pero en vuelo han evolucionado para dormir mientras planean y ascienden en círculos sobre grandes corrientes de aire cálido que las mantienen en el aire con un esfuerzo mínimo.

De vuelta al nido, en árboles o arbustos, las aves fragata cambian su rutina de sueño, es más probable que duerman con todo el cerebro a la vez y durante periodos mucho más largos. Esto sugiere que su sueño en vuelo es una adaptación específica para desplazamientos prolongados, señala Rattenborg.

Unos cuantos otros animales tienen trucos de sueño similares. Los delfines pueden dormir con la mitad del cerebro a la vez mientras nadan. Algunas otras aves, incluidas los vencejos y los albatros, pueden dormir en vuelo, según los científicos.

Las aves fragata pueden volar 410 kilómetros al día durante más de 40 días antes de tocar tierra, según hallaron otros investigadores, una hazaña que no sería posible sin poder dormir en el aire.

Las focas elefante echan siestas mientras bucean.
Las focas elefante echan siestas mientras bucean. Jason Moyer via Unsplash

Las focas elefante duermen mientras se sumergen a gran profundidad

En tierra, la vida es fácil para una foca elefante norteña de 2.200 kg. En el mar, dormir es peligroso, acechan tiburones y orcas que se alimentan de focas.

Estas focas emprenden largas salidas de alimentación, de hasta ocho meses, sumergiéndose repetidamente a profundidades de varios cientos de metros para capturar peces, calamares, rayas y otros bocados marinos.

Cada inmersión profunda puede durar alrededor de 30 minutos. Y durante cerca de un tercio de ese tiempo, las focas pueden estar dormidas, según reveló una investigación dirigida por Jessica Kendall-Bar del Scripps Institution of Oceanography.

El equipo de Kendall-Bar ideó una cofia de neopreno, similar a un gorro de baño, con aparatos para detectar el movimiento y la actividad cerebral de las focas durante las inmersiones, y recuperó las cofias con los datos registrados cuando las focas regresaron a las playas del norte de California.

Las 13 focas hembras estudiadas tendían a dormir durante los tramos más profundos de sus inmersiones, cuando estaban por debajo de las cotas que suelen patrullar los depredadores.

Ese sueño incluía tanto sueño de ondas lentas como sueño REM. Durante el sueño REM, o de movimientos oculares rápidos, las focas quedaban temporalmente paralizadas, igual que los humanos en esta fase profunda, y su patrón de inmersión cambiaba. En lugar de un descenso controlado y en planeo, a veces se ponían boca abajo y giraban en lo que los investigadores llamaron una espiral de sueño durante el REM.

En un periodo de 24 horas, las focas en el mar dormían en torno a dos horas en total. (De vuelta en la playa, promediaban alrededor de diez horas.)

La compleja evolución del sueño

Los científicos siguen aprendiendo todas las razones por las que dormimos y cuánta necesitamos realmente, y cuánta necesitamos de verdad.

Es poco probable que un humano agotado pueda imitar estas estrategias extremas de sueño animal. Pero conocer mejor la variedad de siestas en la naturaleza demuestra la flexibilidad de algunas especies. La naturaleza ha evolucionado para hacer posible el descanso incluso en las situaciones más precarias.

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