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Aumentan los casos de demencia en África: ancianos atados a árboles ante la falta de atención

Una mujer limpia la cara de su madre, enferma de demencia, cerca de su casa en Kandago, un pueblo rural de Uganda, el 18 de noviembre de 2024.
Una mujer limpia la cara de su madre, enferma de demencia, cerca de su casa en Kandago, un pueblo rural de Uganda, el 18 de noviembre de 2024. Derechos de autor  David Goldman/AP Photo
Derechos de autor David Goldman/AP Photo
Por Euronews con AP
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A medida que aumenta la población de personas mayores en el continente africano, los expertos observan un repunte de los nuevos diagnósticos de demencia. Sin embargo, la falta de atención médica ha provocado una auténtica crisis sanitaria y los familiares no saben cómo ayudar.

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Por la noche, cuando lo único que ilumina la colina es la luna y lo único que se agita son las ramas movidas por la brisa, vuelve el tumulto. La anciana está convencida de que su casa arde. Presa del pánico, arrastra fuera la mesa, las sillas y las pocas pertenencias que le quedan. Su hijo, incapaz de calmarla, solo encuentra una forma de contenerla.

La encierra. "Grita", cuenta Herbert Rutabyama, de 62 años, "golpea la puerta". Durante décadas, la demencia ha sido un tema silenciado en África, donde la esperanza de vida siempre quedó rezagada respecto al resto del mundo. Pero con el aumento de la población mayor en el continente, los expertos advierten de un incremento de diagnósticos, cada uno de ellos cargado de retos devastadores para las familias.

En los próximos años, se espera un repunte de casos en toda África, a medida que avance el cambio demográfico. Pero la desesperación de los cuidadores ya es visible. Buscan ayuda en lugares donde casi no existe. En muchas lenguas africanas, ni siquiera hay una palabra para "demencia".

Ese día, un equipo de Reach One Touch One Ministries (ROTOM), una organización cristiana sin ánimo de lucro que trabaja con personas mayores, visita un poblado en el oeste de Uganda, a una hora de la frontera con Ruanda. El cooperante Moses Kahigwa se acerca a la anciana cuyas visiones nocturnas alteran a toda la familia. Cargado de la luz del valle frondoso que se extiende bajo sus pies, le sonríe: "¡Tienes buen aspecto!".

Encerrados en sus habitaciones o atados a árboles

Alice Ndimuhara, de 87 años, le responde con una mirada fría. "¿Esto te parece bien?", pregunta. Es mediodía y aún no ha comido. No tiene dinero. Siente los miembros débiles y un dolor de cabeza persistente. Si no fuera por la visita, habría pasado el día en la cama. "Mi vida no tiene sentido", dice.

Su hijo, sudoroso tras volver del campo con las botas cubiertas de barro, advierte: no hay que dejarse engañar por el aplomo de su madre. Este, asegura, es uno de sus días buenos. Hace años que empezó a perderse y a mostrar signos de deterioro. En la clínica de ROTOM le confirmaron el diagnóstico: demencia. Su padre también la padece. "Es muy, muy duro", admite Herbert.

Cuando ella se extravía de día, la busca hasta encontrarla incluso en pueblos vecinos. Pero por la noche, cuando el delirio se intensifica, su única salida es atrancar la casa: candado en la puerta, clavos en los postigos, oídos sordos a los gritos. "Lo sabes muy bien", le reprocha la madre cuando hablan del encierro.

No es un caso aislado. En 2022, la principal experta de la ONU en derechos de las personas mayores, Claudia Mahler, denunció en un informe que había ancianos encerrados en habitaciones o atados a árboles en los patios, aunque sin precisar países.

Incluso en los entornos más ricos, las soluciones para la demencia son insuficientes, meros paliativos para una enfermedad sin cura. En lugares como este, no hay nada. Rutabyama cree que es su deber cuidar de sus padres. Aunque pudiera costear una residencia, apenas existen en el país y la más cercana está a un día de camino.

La revolución de la longevidad en África trae consigo problemas que se multiplican en un entorno sin recursos. Los ancianos inmovilizados permanecen encerrados sin silla de ruedas. Pero, ¿para qué serviría una si no hay aceras y las calles están llenas de cráteres?

Las cataratas sin tratar dejan a muchos ciegos. Pero, ¿cómo operarlas si ni siquiera es posible llegar al médico, y unas simples gafas son un lujo? La demencia arrastra estigmas y acusaciones de brujería.

Pero, ¿cómo combatirlos en comunidades sin conocimientos cognitivos ni palabras para nombrar la enfermedad? Herbert no tiene respuestas. Tampoco justifica encerrar a su madre. Solo repite lo que ya sabe: es una respuesta imperfecta a una pregunta sin solución fácil.

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