Afganistán vive un auge inesperado del llamado "turismo de peligro", con miles de viajeros extranjeros que desafían las advertencias internacionales para visitar un país controlado por los talibanes.
Uno de los regímenes más opresivos del planeta está sacando partido de una tendencia en auge: el "turismo de peligro".
En 2021, los talibanes retomaron el control de Afganistán tras dos décadas de intervención militar estadounidense destinada a destruir Al Qaeda y estabilizar el país. Apenas semanas después de la retirada de las tropas internacionales, el grupo islamista radical se hizo con el poder, instaurando un Gobierno de facto que ha impuesto su estricta interpretación de la ley islámica.
Desde entonces, Amnistía Internacional ha denunciado un grave retroceso en derechos humanos, sobre todo para las afganas. Afganistán se ha convertido en el único país del mundo donde las mujeres tienen prohibido acceder a la educación secundaria y universitaria, además de sufrir severas restricciones en el trabajo y la vida pública.
Aun así, y en medio de persecuciones, ejecuciones selectivas y leyes draconianas, un número creciente de viajeros extranjeros elogia al país por su belleza natural, su gastronomía y su patrimonio histórico.
El auge del turismo en Afganistán
Obtener cifras oficiales de turismo es complicado. El sitio web de la Autoridad Nacional de Estadísticas e Información muestra únicamente el mensaje "los datos se cargarán pronto".
No obstante, el viceministro de Turismo, Qudratullah Jamal, aseguró que casi 9.000 turistas internacionales visitaron Afganistán en 2024, y que otros 3.000 lo hicieron durante los primeros tres meses de este año. Algunos informes apuntan que solo en agosto llegaron unos 5.000 visitantes.
Aunque estas cifras son modestas frente a destinos consolidados como España o Grecia, reflejan un crecimiento notable: en 2021, solo 691 turistas extranjeros entraron en el país; en 2022 fueron 2.300, y en 2023 la cifra se duplicó hasta 7.000.
Los viajeros que desafían al miedo
El creador de contenido británico Kieran Brown, que ha recorrido más de 130 países, visitó Afganistán durante diez días en marzo del año pasado. Fascinado por los lugares que la mayoría evita, asegura que lo atrajo la "misteriosa mezcla de belleza, historia y resistencia" del país.
Pese a las advertencias, Brown investigó por su cuenta y habló con residentes locales antes de viajar. Entre sus experiencias más memorables destaca recorrer las antiguas calles de Kabul, visitar la Mezquita Azul de Mazar-i-Sharif y conversar con afganos sobre su vida cotidiana.
"La hospitalidad y la comida fueron increíbles", cuenta a 'Euronews Travel'. "No es un destino turístico típico, pero es una de las experiencias más reveladoras que puedes tener".
Durante su viaje, Brown tuvo varios encuentros con miembros talibanes. "Fueron sorprendentemente tranquilos. Solo querían revisar mis documentos", dice. "Mientras respetara las reglas, no hubo problemas, aunque fue surrealista grabar vídeos mientras me interrogaban".
Zoe Stephens, gerente de tours internacionales, ha viajado a Afganistán tres veces en el último año. "Quería ver el país por mí misma, más allá de los titulares", explica. Su lugar favorito es Herat, la tercera ciudad más grande, a la que describe como "liberal y relajada".
"Mis mejores recuerdos son sencillos: tomar té con miel en una tienda de un apicultor nómada o comer moras frescas al borde del camino", dice. Stephens admite que los controles talibanes son frecuentes, pero asegura que la mayoría de los encuentros fueron "cordiales". "A veces la Policía de la moral puede ser más estricta, especialmente con las mujeres, pero en general los talibanes parecen contentos de que los turistas visiten el país".
¿Es ético viajar a Afganistán?
Para muchos, el turismo en Afganistán resulta inaceptable. Sin embargo, James Willcox, fundador de la agencia Untamed Borders y autor de la guía Bradt del país, cree que la interacción directa entre visitantes y locales puede "mostrar un Afganistán más allá del conflicto".
"La gente no es su Gobierno", afirma. "Los viajeros experimentan el país a escala humana y descubren que, pese a las dificultades, hay humor, belleza y hospitalidad". Aun así, reconoce la complejidad ética: "Este tipo de normalización también puede dar legitimidad a un régimen que prohíbe a las mujeres trabajar o estudiar".
Una de sus antiguas guías turísticas, hoy refugiada en Italia, organiza tours virtuales de Afganistán, ya que no puede ejercer su profesión bajo las leyes actuales. Willcox insiste en que el turismo responsable debe centrarse en las personas, no en la política: "Cada viajero que llega apoya a familias, conductores y artesanos locales. Incluso un pequeño aumento de visitantes puede generar ingresos esenciales para comunidades que dependen de ellos para sobrevivir".
Un destino prohibido
Pese a la creciente curiosidad internacional, la mayoría de los gobiernos desaconsejan viajar a Afganistán. El Reino Unido advierte a sus ciudadanos del riesgo de detención y encarcelamiento prolongado. Irlanda alerta sobre la amenaza de terrorismo y la grave violación de derechos humanos. Alemania, que no reconoce al régimen talibán, cerró su embajada en Kabul en 2021 y urge a sus ciudadanos a abandonar el país.
Aunque los talibanes no promueven activamente el turismo, tampoco lo impiden. Y mientras el mundo condena su represión, Afganistán sigue atrayendo a viajeros que buscan, por curiosidad o desafío, explorar uno de los destinos más controvertidos del planeta.