El desgarrador testimonio de las mujeres afganas en el exilio

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Por Julian GOMEZ
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"20 años de esfuerzos y logros, perdidos en solo 24 horas", cuenta a Euronews una de las tantas mujeres que pudieron escapar de Afganistán luego de que los talibanes tomaran el poder. Visitamos un centro de acogida en Atenas para escuchar sus historias.

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Nunca he estado en Afganistán. No hablo Dari, ni Pasto, los dos idiomas oficiales del país. Soy un reportero. Un hombre que produce reportajes para televisión.

¿Qué hago esta mañana de un lluvioso miércoles de enero en una asociación para mujeres afganas refugiadas en Atenas?

Había propuesto la historia a mis responsables unas semanas antes, tras leer en un artículo que la capital griega se había convertido en el inesperado epicentro europeo de acogida de mujeres afganas huidas del país tras el abrupto acceso al poder de los talibán en Agosto de 2021.

Había leído que casi todas estas mujeres eran juezas, abogadas, periodistas, defensoras de los derechos humanos. Su evacuación había sido organizada a través de diferentes programas de ayuda internacionales, que también cubren sus gastos de alojamiento y necesidades básicas.

Contactamos a uno de los centros asociativos que acogen de forma temporal a todas estas mujeres. El centro se llama "Melissa", "Colmena" en griego. Las mujeres afganas vienen aquí en busca de asesoramiento legal, educación, apoyo psicológico, contactos sociales y compañía.

Así que aquí estoy, en el centro Melissa, en un barrio anodino de Atenas. Dentro, muros coloridos muestran todo tipo de dibujos de mujeres y fotografías de familias refugiadas. Tan pronto como llego, me invitan a una especie de luminoso salón con dulces y mandarinas dispuestos en una mesa cuadrada. Varias mujeres me están esperando, dispuestas a compartir conmigo sus historias de pérdida.

Pérdida de familiares y amigos. Pérdida de trabajos, salarios, independencia y autoestima. Todas se vieron obligadas a esconderse. Todas siguen conmocionadas por sus experiencias.

Las escucho durante todo el día.

Hasina, una de las 1,300 juezas del país, me explica cómo los talibán liberaron a los mismos criminales que ella misma había juzgado y condenado. "Buscaban venganza", me dice. "No podía salir de casa. Podían matarme, o matar a mis hijos. O secuestrarlos".

Homa Ahmadi, exdiputada en el Parlamento Afgano, se tuvo que esconder durante 5 semanas. Me dice que ningún país debería reconocer al régimen talibán hasta que formen "un gobierno inclusivo, que garantice los derechos de los niños, las libertades de las mujeres y su derecho a trabajar".

Nilofar, 26 años, huyó de Afganistán con sus dos hijos; el menor tiene apenas 8 meses. Es licenciada en Derecho y Ciencias Políticas y trabajaba como periodista. "Las mujeres primero tuvimos que luchar contra padres y hermanos en la sociedad tradicional para poder vestirnos como queríamos, llevar velos y bufandas según nuestro propio criterio. Y en los últimos 20 años lo habíamos conseguido", explica. "Después, cuando los talibán llegaron al poder, lo perdimos todo. Tenía sueños para mí misma, mis hijos, la gente. Todo se desvaneció en una noche".

Fariba -nombre ficticio- era también una jueza, pero no quiere hablar del pasado; demasiado doloroso. Prefiere mostrarme una de las pocas pertenencias que se trajo al exilio: un vestido tradicional en algodón. "Este vestido muestra la identidad de todas las mujeres afganas", me dice tímidamente. "Cada país tiene sus propios símbolos. En Afganistán, tras la bandera y el lenguaje, la única cosa que representa a las mujeres es este vestido".

Para casi todas estas mujeres, Grecia será simplemente un país de tránsito; algunas ya han recibido ofertas de asilo en Canadá o España; otra sueñan con ir a Alemania.

"La idea tras esta iniciativa era poder ofrecerles un espacio seguro para que enlacen con el trabajo que desempeñaron cuando estaban en Afganistán. Y que reflexionen para ver cómo pueden volver a ayudar a su país en el futuro. Queríamos además evitar la atomización, la fragmentación que toda diáspora conlleva", me explica Nadina Christopoulou, la directora y co-fundadera del Centro Melissa.

"Estamos hablando de políticas, periodistas, jueces, abogadas, defensoras de derechos humanos...mucha gente puede pensar que estos esfuerzos se dirigen solo a una élite, a una minoría de las mujeres que viven en Afganistán", la comento.

"No las vería como una élite. Seleccionamos a estas mujeres en función de los papeles y los compromisos sociales, y el activismo que desempeñaron en su país, y que les llevaron a las situaciones de riesgo en las que se encontraron. Incluso ahora siguen intentando mantenerse activas, ser útiles y permanecer comprometidas con sus ideales", me responde.

"¿Nos puede dar algunos ejemplos?" la pregunto.

"Una semana después de su llegada, algunas de ellas acudieron al Foro Democrático de Atenas. Y allí hablaron de lo intenso que les resultaba estar aquí interviniendo en una discusión sobre el colapso de la democracia en Afganistán, la democracia que ellas mismas habían contribuido con mucho esfuerzo a construir, en el país que alumbró la idea misma de democracia", concluye Nadina

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Unas cien de estas mujeres han solicitado asilo en Grecia. Sus demandas están siendo estudiadas.

Pero no puedo dejar de pensar en los centenares de otros solicitantes de asilo afghanos desperdigados en campos por todo el país, quienes no tendrán las mismas oportunidades.

En los últimos meses, Grecia ha incrementado de forma consistente seguridad y vigilancia de sus fronteras terrestres y marítimas con Turquía, principal ruta de entrada de casi todos los inmigrantes afghanos.

Una política de dos velocidades abiertamente asumida por el gobierno griego, me dice su secretario General de Política Migratoria, a quien entrevisto en el artístico patio interior de la sede del Ministerio Griego de Inmigración.

"Durante los últimos dos años, o dos años y medio, Grecia ha seguido una política migratoria estricta pero, desde nuestro punto de vista, justa", comenta Patroklos Georgiadis. "Hemos endurecido las reglas, dentro del marco de las directivas y regulaciones de la Unión Europea. Pero ello no quiere decir que hayamos olvidado el punto de vista humanitario".

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Todas las mujeres con las que hablo en Atenas me dicen que es hora de mirar al futuro.

Khatera se ofrece a ir a pasear a un jardín céntrico de la capital de atenas. La filmo junto a sus hijos, mientras les muestra los animales de un pequeño zoo local, y observan patos y cisnes en un estanque.

Khatera es periodista; trabajó en una organización internacional. Llegó a Grecia junto a sus hijos y a su madre, igualmente activista de derechos humanos perseguida por los talibán .

"Iré a Canadá. Fortaleceré allí mi educación, mi experiencia., mis conocimientos. Y regresaré a Afganistán más fuerte que cuando me fui, y trabajaré allí para mi gente", concluye.

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