La inflación en Egipto alcanza un máximo en tres décadas, al situarse en abril en el treinta y uno por ciento. Algo que complica más la cosas al régimen del general Al Sisi, en medio de un programa de austeridad del Fondo Monetario Internacional (FMI). Los precios al consumo subieron seis décimas de un mes al otro y, los de la alimentación, llegaron al cuarenta y tres por ciento (43,6).
“Ahora vivimos de habas y falafel e, incluso eso, resulta caro”, se queja un granjero en un mercado en El Cairo. “Estábamos acostumbrados a comprar habas por una libra para el desayuno de mi familia y, ahora, cuestan dos o tres libras. Y el falafel, cinco”.
La situación se agrava porque se acerca el mes de ayuno del Ramadán, en que se compra más comida para la noche. Por ello, el Gobierno ha decidido destinar ayudas familiares para estas compras. Pero el préstamo del FMI de 12.000 millones dólares obliga al Cairo a recortar en subsidios y subir los impuestos.