En las regiones más afectadas por el cambio climático en Pakistán, jóvenes como Sham Bhai y Urooj Fatima utilizan el folclore y el rap para concienciar, denunciar la injusticia ambiental y dar voz a las comunidades más vulnerables, especialmente a las mujeres.
Cuando Sham Bhai empieza a cantar, el bullicio del pueblo se detiene. Su voz clara y firme atraviesa las callejuelas polvorientas y las casas de adobe, llevada por el mismo viento del que habla en su canción: un viento que ahora sopla más pronto, con más fuerza y más calor que antes.
"Somos la gente del sur", canta en sindhi, su lengua materna. "Los vientos parecen venir del norte. Son fríos y cálidos a la vez. Me arde el corazón al ver las casas derrumbadas por la lluvia. Oh, amado, vuelve pronto a casa".
Con solo 18 años, Sham no es una cantante cualquiera. Forma parte de una nueva generación de mujeres que alzan la voz, en canciones tradicionales y melodías contemporáneas, para denunciar los efectos del cambio climático en las zonas más vulnerables de Pakistán. Su música es más que arte: es un llamado urgente a la conciencia.
Nacida en Sindh, la provincia más golpeada por las devastadoras inundaciones de 2022, que anegaron comunidades enteras y desplazaron a millones de personas, Sham Bhai ha dedicado los dos últimos años a recorrer aldeas y pueblos, transformando la ciencia del clima en canciones que la gente pueda comprender y sentir.
"Cuando damos un mensaje a través de la música, es más fácil llegar a la gente, porque lo entienden", explica esta cantante de 18 años. Acompañada por otros dos intérpretes, inicia cada actuación con melodías populares y alegres: un recurso intencionado para captar la atención del público. Luego, suavemente, la música vira hacia baladas sombrías que narran inundaciones, desplazamientos forzados y el dolor que deja el clima cambiante.
Y su voz no cae en saco roto: "La gente sigue nuestros consejos. Empiezan a plantar árboles, a reforzar sus casas. Las mujeres y los niños sufren mucho durante los desastres: el clima destruye sus hogares", afirma Sham.
Rap como resistencia
Mientras Sham rescata las raíces del folclore local, otra joven artista está llevando el mensaje climático a través de ritmos urbanos. Urooj Fatima, más conocida como Sindhi Chhokri, es rapera y activista, y ve en el hip-hop una herramienta poderosa para la concienciación.
"Con el rap podemos llegar a muchos más", asegura. "En un pueblo, tal vez nos escuchen 50 personas. Pero las canciones viajan solas: con el rap, podemos alcanzar a cientos de miles con nuestra voz y nuestro mensaje".
Urooj Fatima encontró en la música una forma de resistir después de que su casa fuera arrasada por las inundaciones, no una sino dos veces: en 2022 y nuevamente en 2024. En un país donde el hip-hop sigue siendo un género marginal y donde las mujeres raperas son casi inexistentes, Urooj ha construido una plataforma única desde la que aborda temas considerados tabú, como los derechos de las mujeres, la corrupción y la injusticia climática.
Uno de sus temas más incisivos nació tras el diluvio de 2022 en la vecina provincia de Baluchistán. Sin rodeos, carga contra la clase política y el abandono institucional: "Hay baches en la carretera; las carreteras están destrozadas", rapea. "Estoy diciendo la verdad. ¿Va a llover tu ira sobre mí? ¿Dónde estaba el Gobierno de Baluchistán cuando llegaron las inundaciones? Mi pluma tiene sed de justicia. Ahora lo han conseguido, estos gobernantes ladrones. Esto no es una canción de rap, es una revolución".
Interpretada en festivales y ampliamente compartida en redes sociales, la canción que la catapultó a la fama puso a Urooj Fatima en el mapa del activismo climático en Pakistán. Hoy, hace campaña a tiempo completo junto a su hermana, Khanzadi: plantan árboles, visitan comunidades remotas y presionan a los gobiernos locales para que actúen con mayor contundencia.
Para Urooj, el cambio climático golpea con especial dureza a las mujeres. Son ellas quienes caminan largas distancias para conseguir agua, cuidan del ganado, crían a los hijos y afrontan las consecuencias de los desplazamientos. Y cuando llega un desastre natural, son las primeras en pasar hambre y las últimas en ser escuchadas.
"No hay oportunidades ni facilidades para las mujeres", afirma. "Y si, encima, viene una inundación, se enfrentan a más dificultades aún". En las zonas rurales de Sindh, donde la tasa de alfabetización apenas alcanza el 38%, la música se ha convertido en una herramienta poderosa para la concienciación climática. No solo supera barreras lingüísticas, ya que la mayoría de la población habla sindhi, no urdu, sino que permite transmitir mensajes urgentes de forma accesible, cercana y fácil de recordar.