En el norte de Luzón, Filipinas, más de 2.000 devotos se reunieron al amanecer para un ritual profundamente simbólico enraizado en la fe y la historia. Los participantes se cubrieron de barro y se vistieron con hojas secas de plátano antes de caminar por los arrozales hasta una iglesia católica para ofrecer oraciones por la paz mundial.
La tradición conmemora un suceso ocurrido en 1944 durante la Segunda Guerra Mundial, cuando las tropas japonesas estaban a punto de ejecutar a los aldeanos, pero una repentina tormenta, considerada una intervención divina de San Juan Bautista, los salvó. Hoy, el ritual honra ese legado al tiempo que se hace eco de las plegarias por la paz en regiones asoladas por la guerra como Ucrania y Oriente Próximo.