Cómo el cambio climático cambiará nuestra forma de planificar los viajes para siempre

Muchos viajeros han visto truncados sus planes por fenómenos extremos como olas de calor o incendios.
Muchos viajeros han visto truncados sus planes por fenómenos extremos como olas de calor o incendios. Derechos de autor Petros Karadjias/Copyright 2021 The Associated Press. All rights reserved
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Por Rafael Cereceda
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Con el cambio climático provocando cada vez más episodios meteorológicos extremos, planificar nuestras vacaciones requiere poner más atención a las previsiones para ahorrarse disgustos.

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Ahora que terminó el verano (meteorológico) en el hemisferio norte, muchos hemos experimentado los fenómenos extremos que trae el cambio climático durante las vacaciones. Y todo indica que esta será la nueva normalidad. ¿Cómo adaptarnos para seguir viajando y evitar en lo posible verse atrapado en inundaciones, incendios y olas de calor?

Desde las temperaturas históricas en Sicilia y las inundaciones en Europa Occidental, hasta los devastadores incendios forestales en Grecia y Turquía, los fenómenos meteorológicos extremos han afectado los viajes y la rutina de muchos de nosotros.

Como periodista, estoy acostumbrado a escribir sobre estos acontecimientos como una noticia más de las muchas que hay en un día de trabajo. Puede parecer insensible, pero si los periodistas nos dejáramos absorber por cada tragedia, estaríamos emocionalmente agotados.

El cambio climático, como la COVID-19 y quizás la crisis financiera de 2008, son algunos de los momentos de nuestra carrera en los que la historia se ha convertido en parte de nuestra vida, de forma muy directa. Y viceversa, nos hemos convertido en parte de la historia.

Planificar viajes nunca volverá a ser lo mismo

Soy español residente en Francia y siempre que tengo tiempo suficiente vuelvo a España en coche en lugar de en avión. Durante años volé entre Lyon y Madrid, más veces de las que puedo contar. Pero empecé a encontrar excesivos los interminables tránsitos en los aeropuertos, las esperas, controles y desplazamientos así que disfruto más viajar en mi automóvil. En esa época todavía no había mucha conciencia de los daños medioambientales del avión.

Además me gusta mucho poder decidir en el último momento cuándo salgo, cuando vuelvo y cuando y dónde paro a descansar, en lugar de tener que planificar con antelación, reservar vuelos y estar listo y peinado el día y la hora precisas. Esa flexibilidad es una de mis partes favoritas de las vacaciones.

A medida que nos adentramos en la crisis climática, parece que no poder planificar con antelación y adaptarse en el último momento, podría convertirse en la norma, en función de la meteorología, cada vez más caprichosa.

Este verano en Lyon, donde trabajo para euronews, no ha sido realmente un verano. Ha sido húmedo y frío desde la primavera. En cierto modo es un alivio porque aquí los veranos pueden llegar a ser insoportablemente calurosos y húmedos.

Así que pasar de los 25º C de Lyon a los 37ºC de España se me hizo un poco duro al principio.

Mucha gente en el extranjero parece pensar que a todos los españoles nos encanta el calor. Bueno, no a mi. Ni a muchos de nosotros. Simplemente sabemos cómo sobrevivir a él. Evitamos las horas más calurosas del día, nos mantenemos a la sombra en la medida de lo posible y nos hidratamos adecuadamente.

Como siempre, intenté evitar conducir en las horas más calurosas. Por la mañana hasta el mediodía más o menos, y luego parar hasta la noche.

Incluso entonces, seguía haciendo calor, ya que no refresca realmente hasta la noche.

Mi coche tiene aire acondicionado, pero intento utilizarlo lo menos posible, y de todas formas no supone una gran diferencia cuando el sol de Castilla entrando por las ventantas convierte el vehículo en un horno en movimiento.

Álvaro Barrientos/ AP Photo
Intentando refrescarse en un caluroso día de verano en Pamplona el jueves 12 de agosto, al principio de la ola de calor.Álvaro Barrientos/ AP Photo

Conduciendo entre incendios

Disfruté de mis vacaciones, pude desconectar como es debido y manejé como pude los momentos más calurosos. Hacia el final, comenzaron a llegar las alertas por ola de calor. En la prensa, en las aplicaciones del teléfono. la primera gran ola de calor del verano, prevista para durar una semana, semana. Cuando llegó el momento de conducir de vuelta a Lyon, había 44º C.

Unos minutos antes de salir, una amiga recibió una alerta: se estaban produciendo incendios forestales en toda la región. Uno de ellos estaba cerca de la N-502, en Navalacruz, una de las carreteras que tenía que utilizar para regresar.

Rafael Cereceda
Rafael Cereceda Primeras cicatrices del incendio forestal de Navalacruz, el peor de la historia de Castilla y León. Unas horas después la carretera quedó cortada.Rafael Cereceda

Cuando llegué allí vi los restos del coche ardiendo que había provocado el incendio. Había bomberos por todas partes y una columna de humo que debía de extenderse 50 km (después llegaría a los 80 km.) Pensé que, al ser una zona de altitud y con menos vegetación, sería fácil contener el fuego.

Sin embargo, la carretera se cerró al tráfico al día siguiente, mientras seguían luchaban por contenerlo. Navalacruz fue el peor incendio forestal de la historia de la región de Castilla y León.

Fue sin duda uno de los viajes más tristes de mi vida. Y me di cuenta de que éste era sólo uno -y uno pequeño- de los cientos o miles de incendios forestales que arden desde hace meses en todo el hemisferio norte, contribuyendo a añadir gases de efecto invernadero a nuestra atmósfera ya saturada.

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Cuando llegué a Valladolid, apareció una tormenta de la nada. De repente, me vi rodeado de fuertes ráfagas de viento y lluvia torrencial. Era tan difícil controlar el coche que pensé que iba a acabar en una zanja al lado de la carretera. Luego, casi tan rápido como había empezado, se acabó. No había habido ninguna advertencia en la radio sobre esta tormenta. Fue una experiencia muy extraña.

Al llegar a Francia, y encender la radio, la primera noticia que recibí fue el monstruoso incendio forestal en el Var, cerca de Saint Tropez, como un último recordatorio de esta "nueva normalidad".

Las cosas se fueron enfriando y calmando a medida que me acercaba a Lyon. El verano propiamente dicho nunca llegó, salvo unos días de calor la semana anterior a mi llegada. El amigo al que encargué que regara las plantas ni siquiera tuvo que pasar, porque no dejó de llover.

¿Están las previsiones meteorológicas preparadas para el cambio climático?

Mi viaje es sólo un ejemplo, por supuesto. Fue incómodo a veces, pero soportable en su mayor parte. Otros viajeros han tenido situaciones mucho más difíciles, que incluso han puesto en riesgo sus vidas. Por no hablar de los residentes permanentes en sitios como Grecia con sus decenas de miles de hectáreas calcinadas o Alemania, que sufrió las inundaciones del siglo en julio.

A pesar de que soy un friki del tiempo y consulté diversas fuentes de previsiones meteorológicas, la tormenta de Valladolid fue totalmente inesperada. ¿Debería haber aparecido en las previsiones este fenómeno meteorológico extremo, aunque sea breve?

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Prepárate lo mejor que puedas

Según el meteorólogo Scott Duncan, es una cuestión complicada. "Los modelos meteorológicos suelen predecir muy bien los fenómenos meteorológicos extremos", afirma, citando la ola de calor canadiense de este verano y las inundaciones en Europa occidental. Pero, dice, "ser capaz de advertir al público de un tiempo extremo es un verdadero desafío, especialmente si se trata de un evento sin precedentes". El cambio climático está trayendo más fenómenos sin precedentes cada año, nos tenemos que acostumbrar.

Duncan explica que, en el mejor de los casos, las previsiones pueden predecir los fenómenos meteorológicos extremos con 10 días de antelación." Tradicionalmente hemos planificado las vacaciones con meses de antelación, así que esto no parece muy útil".

Dice que la mayoría de los fenómenos meteorológicos extremos se predicen con suficiente antelación para que los residentes locales y quienes se encuentran en la zona puedan prepararse, es decir, con al menos unos días de antelación. Pone como ejemplo el huracán Ida, cuyas previsiones han permitido realizar preparativos para salvar vidas. A pesar de ello, ha causado una gran devastación.

Fenómenos como las inundaciones repentinas siempre han sido bastante difíciles de predecir, dice Duncan. Y algunos estudios sugieren que predecir las inundaciones repentinas es cada vez más difícil porque las condiciones pueden cambiar en una fracción de segundo.

Las previsiones de medio alcance dan una idea de lo que se avecina, pero no son lo suficientemente precisas como para planificar unas vacaciones.

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Frank Rumpenhorst/AP
Las lluvias complicaron el regreso de vacaciones de muchos alemanesFrank Rumpenhorst/AP

¿Y ahora qué hacemos?

No es necesario que dejemos de ir a destinos porque suponen un riesgo ni que vivamos atemorizados por el clima extremo: eso no es vida. Pero sí vale la pena ser más conscientes. Puedes seguir disfrutando de una buena y necesaria desconexión digital durante las vacaciones, pero consulta de vez en cuando las aplicaciones meteorológicas y las fuentes de noticias locales.

La buena noticia es que los meteorólogos disponen de modelos cada vez más precisos para predecir estos fenómenos y alertar gracias a lo que Scott Duncan llama "la revolución silenciosa de la tecnología meteorológica y los sistemas de previsión". Duncan tiene sus reservas sobre la efectividad y la utilidad de la mayoría de las aplicaciones para el tiempo, pero con las interpretaciones adecuadas por parte de los meteorólogos se pueden salvar vidas. El reciente informe de la Organización Meteorológica Mundial destacando que cada vez hay menos víctimas a pesar de que los fenómenos extremos son cada vez más frecuentes y poderosos, parece ir en este sentido.

Ya sea en vacaciones o en la vida cotidiana, tendremos que acostumbrarnos a anticiparnos al mal tiempo. Ser más resilientes, como lo llama el IPCC, el panel de expertos que este mismo verano, durante mis vacaciones, lanzó su llamada más alarmante hasta la fecha a actuar.

Elegir un destino al que no tengamos que volar es una forma clave, por supuesto, de reducir nuestra propia contribución al calentamiento global.

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