Un nuevo estudio ha revelado que el color de los vehículos puede empeorar el efecto de isla de calor urbano. Los coches de color oscuro absorben el calor del sol y lo irradian, elevando la temperatura del aire hasta 3,8°C en los días calurosos.
En un caluroso día de verano, un coche aparcado puede parecer un horno. Un nuevo estudio realizado en Lisboa demuestra que el efecto no es solo incómodo, sino que podría estar calentando barrios enteros. Y el color de tu coche podría empeorarlo.
En un nuevo estudio publicado en 'City and Environment Interactions', los científicos descubren que los vehículos de color oscuro irradian mucho más calor que los claros, lo que aumenta la temperatura del aire en varios grados. A escala de miles de coches aparcados, este factor oculto podría empeorar significativamente el efecto de isla de calor urbano, cuando las ciudades se calientan mucho más que sus alrededores.
Los coches oscuros actúan como radiadores
Márcia Matias y sus colegas de la Universidad de Lisboa midieron la temperatura del aire alrededor de dos coches, uno negro y otro blanco, dejados a la intemperie durante más de cinco horas bajo un cielo despejado de verano. A 36ºC, el coche negro elevó la temperatura del aire cercano hasta 3,8ºC en comparación con el asfalto situado a su lado. El impacto del coche blanco fue mucho menor.
La diferencia radica en la luz que reflejan los colores. La pintura blanca refleja entre el 75% y el 85% de la luz solar. La pintura negra solo refleja entre el 5% y el 10%, y absorbe el resto. Y, a diferencia del asfalto, que es grueso y tarda en calentarse, la fina carcasa metálica de un coche se calienta rápidamente y libera calor directamente al aire.
"Imagina miles de coches aparcados en una ciudad, cada uno de ellos actuando como una pequeña fuente de calor o un escudo térmico", explica Matias. "Su color puede cambiar la sensación de calor en las calles".
¿Qué es exactamente el efecto isla de calor urbano?
Según Copernicus, el programa de observación de la Tierra de la UE, una isla de calor urbana es una zona de una ciudad que está mucho más caliente que su entorno rural debido a la actividad humana y a las infraestructuras.
El suelo pavimentado absorbe y almacena el calor, mientras que los edificios densos reducen la circulación del aire, atrapando el calor. Los coches, el aire acondicionado y la actividad industrial añaden aún más calor.
Por la noche, el efecto es mayor. Las ciudades pueden permanecer hasta 10ºC más calientes que el campo que las rodea, ya que el hormigón, el asfalto y el acero liberan lentamente el calor que almacenaron durante el día.
En verano, la temperatura de la superficie de las ciudades europeas puede subir entre 10ºC y 15ºC más que en las zonas rurales, donde las plantas, los bosques y los campos enfrían el aire. Dado que alrededor del 70% de los europeos vive en zonas urbanas, esta diferencia convierte el efecto isla de calor urbano en un problema acuciante de salud pública.
Por qué Europa es especialmente vulnerable
En los últimos años, Europa se ha visto azotada por olas de calor sin precedentes, con temperaturas que han superado los 40ºC en varias ciudades solo este verano. Según un estudio realizado el verano pasado, el cambio climático ha triplicado el número de víctimas mortales de un episodio de calor extremo.
El estrés térmico no solo provoca malestar. La exposición repetida puede acelerar el envejecimiento biológico, afectar a la salud mental y dejar a los niños más vulnerables a la deshidratación, las enfermedades respiratorias e incluso la muerte. Las personas mayores y las que padecen enfermedades preexistentes son las más expuestas.
En ciudades como Londres y París, donde las temperaturas nocturnas pueden llegar a ser hasta 4ºC más altas que en las zonas circundantes, la falta de alivio tras la puesta de sol no hace sino agravar el peligro.
Las ciudades contraatacan
En toda Europa, algunas ciudades se apresuran a adaptarse. Algunas, como Barcelona, han designado refugios climáticos: edificios públicos como bibliotecas, escuelas o museos que permanecen abiertos durante las olas de calor para ofrecer espacios más frescos a los residentes.
Otras están reverdeciendo sus calles. En la ciudad holandesa de Breda, las orillas de los ríos se han transformado en jardines y las baldosas de hormigón se han sustituido por césped y árboles. Ahora, el 60% de la ciudad es espacio verde. Para 2030, los dirigentes locales quieren hacer de Breda una de las ciudades más ricas en naturaleza de Europa.
Estos proyectos requieren tiempo e inversión. Por eso están ganando atención estrategias más rápidas y baratas, como aumentar la reflectividad urbana. Los coches, como sugiere este estudio, podrían formar parte de ese conjunto de herramientas.
Los investigadores calcularon que repintar los coches oscuros de Lisboa con tonos más claros podría duplicar la reflectividad de ciertas calles de alrededor del 20% a casi el 40% y reducir las temperaturas del aire cerca de la superficie en días calurosos y sin viento.
Sarah Berk, investigadora climatológica de la Universidad de Carolina del Norte, califica el planteamiento de "novedoso", ya que la mayoría de los estudios sobre refrigeración de las ciudades se han centrado en tejados reflectantes o aceras más claras.
"Los vehículos son una pieza sorprendentemente olvidada del rompecabezas del calor urbano", afirma. Las flotas de taxis, furgonetas de reparto o vehículos municipales podrían ser candidatos especialmente eficaces para una pintura más clara, añade Matias.