La contaminación lumínica crece un 2% anual y altera ecosistemas y ritmos biológicos. Un estudio de 'Nature Climate Change' revela que la luz artificial aumenta la emisión de CO2 sin elevar la fotosíntesis. Reducirla con mejor diseño lumínico sería clave para el clima y la biodiversidad.
La contaminación lumínica va en aumento, crece alrededor de un dos por ciento cada año. Y la luz artificial altera la vida de innumerables especies, hace que las aves migratorias se desorienten, que los animales nocturnos tengan dificultades para reproducirse e incluso modifica los patrones de sueño y los ritmos circadianos de las personas.
Un nuevo estudio, sin embargo, ofrece una mirada novedosa a otro proceso afectado por la contaminación lumínica, las emisiones de carbono de los ecosistemas. Sugiere que el resplandor de nuestras ciudades y pueblos podría estar alterando de forma sutil el equilibrio natural del ciclo del carbono.
Cómo la luz artificial transforma los ecosistemas
El estudio, publicado en 'Nature Climate Change', es el primero que demuestra cómo la luz artificial modifica el balance de carbono de los ecosistemas. Se centró en 86 lugares de Norteamérica y Europa, utilizando satélites y monitorización de flujos de carbono para evaluar los ecosistemas. Son los dos continentes con una contaminación lumínica significativa.
Los investigadores comprobaron que la contaminación lumínica nocturna incrementa la respiración de los ecosistemas: plantas, microbios y animales liberan más dióxido de carbono. Sin embargo, no hubo un aumento equivalente de la fotosíntesis, el proceso vegetal que lo retira de la atmósfera.
Como señalan los autores, los resultados muestran que la iluminación artificial nocturna (ALAN) altera "restricciones energéticas fundamentales del metabolismo de los ecosistemas".
"Esto es un problema generalizado que está cambiando el funcionamiento de los ecosistemas, interrumpiendo los flujos de energía, el comportamiento animal, los hábitats y los patrones naturales", dijo la doctora Alice Johnston, profesora titular de Ciencia de Datos Ambientales en la Universidad de Cranfield, que lideró la investigación. "En pocas palabras, noches más luminosas implican mayor liberación de carbono, una mala noticia para nuestro planeta".
Qué se puede hacer
La contaminación lumínica puede revertirse con facilidad. "A diferencia del cambio climático, podríamos reducir la contaminación lumínica casi de la noche a la mañana con un mejor diseño de la iluminación", señaló Johnston. "Adoptar tecnologías de iluminación regulable, direccional y sensible al espectro es una mejora inmediata y factible".
La iluminación representa además más del 15% del consumo eléctrico mundial. Reducir la contaminación lumínica ayudaría a recortar el impacto climático del sector. "Combatir la contaminación lumínica supone una rara triple victoria para el medio ambiente, la eficiencia energética y el bienestar", añadió Johnston. Los autores subrayan también quela contaminación lumínica debería incluirse en los modelos climáticos y en las evaluaciones del cambio global.
"En torno a una cuarta parte de la superficie terrestre del planeta experimenta ya algún nivel de iluminación artificial nocturna", dijo Jim Harris, profesor de Tecnología Ambiental y coautor del estudio. "Nuestros resultados sugieren que, si no se ataja, esta huella en expansión podría alterar de forma sutil pero significativa el balance global del carbono".
Cómo combate Europa la contaminación lumínica
No existe una regulación general y uniforme sobre la contaminación lumínica. Algunos países tienen leyes nacionales que la limitan, como Francia, Croacia, Eslovenia y Chequia. Las ciudades y algunas regiones también cuentan con estándares. Algunos países, como Austria e Irlanda, disponen de directrices no vinculantes en lugar de legislación exigible.
En todo el continente y más allá, el programa 'International Dark Sky Places' reconoce lugares de todo el mundo que preservan y protegen cielos oscuros. Actualmente hay 24 de estas reservas específicamente protegidas de la contaminación lumínica, la mayoría en Europa.
Entre ellas figuran el Parque Nacional de Cévennes en Francia, Cranborne Chase National Landscape en Inglaterra y la Reserva de la Biosfera de Rhön en Alemania. El zoo Artis de Ámsterdam también fue clasificado recientemente como Urban Night Sky Place, el primer zoo del mundo en lograr la certificación DarkSky.