Las temperaturas sofocantes se consolidan como la nueva normalidad en Europa, el continente que se calienta más rápido. Expertos vinculan la intensidad y frecuencia de las olas de calor al cambio climático, advirtiendo sobre sus nefastas consecuencias para la salud y el entorno.
Este miércoles, el mercurio volverá a ascender en varios países europeos debido a la persistencia de zonas de altas presiones en todo el continente. Expertos y organismos internacionales advierten que las temperaturas sofocantes se están convirtiendo en la norma, un fenómeno que ya no puede considerarse excepcional.
"El calor extremo ya no es un acontecimiento raro, se ha convertido en la nueva normalidad", declaró recientemente el Secretario General de la ONU, António Guterres, subrayando la urgencia de la situación.
Las temperaturas anormalmente altas que azotan Europa están causadas por una cúpula de calor, un fenómeno meteorológico en el que las altas presiones se mantienen estables sobre una extensa zona, atrapando el aire caliente. Aunque los científicos evitan atribuir directamente eventos meteorológicos específicos al cambio climático, existe un consenso generalizado: el calentamiento global inducido por la actividad humana está haciendo que las olas de calor sean más frecuentes, más intensas y de mayor duración, con implicaciones potencialmente graves para la salud pública.
Las olas de calor han llegado para quedarse
Investigaciones recientes de Carbon Brief han analizado la influencia del cambio climático en los fenómenos meteorológicos extremos. De los 116 fenómenos relacionados con el calor estudiados en Europa, 110 (un 95%) fueron considerados más graves o más probables debido al impacto del cambio climático.
Científicos de World Weather Attribution estiman que es diez veces más probable que se produzcan olas de calor en junio en la era actual que en la época preindustrial, debido precisamente al impacto del cambio climático. Otros estudios apuntan a que los fenómenos atmosféricos que provocan estas olas de calor casi han triplicado su fuerza y duración desde la década de 1950.
Una ola de calor se define como un periodo prolongado —generalmente de al menos tres días— con temperaturas superiores a las habituales para una región. Esto implica que los umbrales varían: mientras en Atenas puede requerir 39°C durante un periodo prolongado, en Helsinki basta con 25°C para cumplir los criterios. La recurrencia de estos eventos se explica porque la temperatura media global es ahora más alta, facilitando que se alcancen estas condiciones.
Valerio Lucarini, científico del clima de la Universidad de Leicester, añade que las desviaciones de los patrones meteorológicos son ahora mucho más "persistentes". Esto se debe a una "dinámica cambiante en la atmósfera", que favorece la aparición de los llamados "flujos bloqueados", sistemas estacionarios de alta presión que prolongan el calor y generan "grandes anomalías de temperatura". Un estudio liderado por el profesor Lucarini para ClimaMeter sugiere que las olas de calor europeas pueden ser hasta 2,5°C más cálidas y secas debido al cambio climático.
Samatha Burgess, Directora Adjunta del Servicio de Cambio Climático Copernicus de la UE, ha declarado a 'Euronews' que "esta ola de calor es notable por tres razones: la intensidad de las temperaturas máximas previstas en amplias zonas, la extensión geográfica de la anomalía cálida y lo temprano que es en el periodo estival". Además, los periodos de calor extremo excepcionalmente tempranos o tardíos son cada vez más comunes, extendiendo la época de riesgo de estrés térmico grave.
Europa es especialmente vulnerable
Europa es el continente que más rápido se está calentando, con un aumento medio de las temperaturas de unos 0,5°C por década, frente a los 0,2°C a escala mundial. Esta aceleración se debe, en parte, a su proximidad con el Ártico, la región del planeta que se calienta con mayor celeridad, lo que la hace particularmente susceptible a las olas de calor.
Según el Centro Regional Europeo sobre el Clima de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), de las 30 olas de calor más graves que han afectado a Europa entre 1950 y 2023, 23 se han producido a partir del año 2000.
Científicos también señalan que el sur de Europa y la región del Mediterráneo están especialmente expuestos debido a su ubicación geográfica, entre los secos subtrópicos del norte de África y las zonas más húmedas del norte del continente. Esto provoca una inusual alta presión superficial sobre el Mediterráneo y la llegada de aire cálido y seco del Sáhara hacia Marruecos y el suroeste de Europa, favoreciendo primaveras más secas, sequías estivales y, consecuentemente, olas de calor.
Un fenómeno conocido como doble corriente en chorro —donde la corriente de aire principal se divide, dejando aire caliente sobre el continente— también podría explicar por qué Europa y Norteamérica están cada vez más expuestas a olas de calor, que en ocasiones se producen simultáneamente.
¿Y las olas de calor oceánicas?
Aunque las zonas terrestres de Europa se calientan más rápido que el océano, el Mediterráneo ha registrado temperaturas récord en su superficie marina, incluso en junio. "Cuando el agua del mar está caliente, se evapora más y calienta la atmósfera que hay sobre ella. Y esa evaporación genera más energía potencial para las tormentas. Así que existe esta retroalimentación entre la atmósfera y el océano", explicó Samantha Burgess.
El profesor Lucarini ha observado "enormes anomalías" en la temperatura de la superficie del mar en el Mediterráneo occidental y el Atlántico oriental, con ascensos de entre 4 y 5 °C por encima de la media en algunas zonas. Esto, a su vez, hace que regiones como Francia, rodeadas de aguas "ultra cálidas", sean más propensas a experimentar anomalías de temperatura prolongadas en tierra y tormentas eléctricas muy fuertes.
Consecuencias de largo alcance
Aunque tradicionalmente el frío ha causado más muertes en Europa que el calor, el cambio en las condiciones climáticas podría invertir esta tendencia. Un estudio de la Comisión Europea calcula que, sin medidas de mitigación y adaptación, el número de muertes por calor extremo en la Unión Europea y el Reino Unido podría multiplicarse por treinta a finales de este siglo. Para entonces, se espera que las muertes relacionadas con el calor en el sur de Europa sean 9,3 veces más frecuentes que en el norte, frente a las seis veces actuales.
El calor extremo también puede desencadenar otros fenómenos meteorológicos extremos, como tormentas subtropicales, sequías e incendios forestales. "Cuanto más calurosa es la temperatura, mayor es la evaporación de la humedad del suelo. Y cuanto más seco está el suelo, más seca está la vegetación sobre él, lo que significa que tenemos un riesgo mucho mayor de incendios", señaló Burgess.
Todo ello subraya la necesidad imperante de que Europa esté cada vez más preparada para los episodios de calor y sus repercusiones, tanto desde el punto de vista de la salud pública como de la seguridad ciudadana.