Varios hombres vestidos de diablos, con monos de colores, sombreros de mitra rojos y pesadas campanas de cobre recorren la localidad conquense, creando un ruido diabólico mientras bailan por las calles y visitan el cementerio municipal.
En este desfile folklórico solo pueden participar los hombres del pueblo o sus descendientes. Los niños se unen con pequeñas campanas, asegurando así la continuidad de la tradición.