Su paradero sigue siendo desconocido tras un aparente intento de golpe de Estado liderado por una unidad de élite del Ejército que se unió a las protestas antigubernamentales, encabezadas por jóvenes, que exigían su dimisión.
El país ha estado sumido en semanas de manifestaciones que comenzaron por la escasez de electricidad y agua, y que desde entonces se han convertido en un movimiento más amplio contra la pobreza, la corrupción y el aumento del costo de vida. Miles de manifestantes, en su mayoría jóvenes, volvieron a llenar las calles de Antananarivo el martes, pidiendo la renuncia de Rajoelina ante la creciente frustración con su liderazgo.
El punto de inflexión llegó el sábado, cuando la poderosa unidad militar CAPSAT se rebeló y declaró el control de las fuerzas armadas de Madagascar. El grupo, que desempeñó un papel clave en el ascenso al poder de Rajoelina en 2009, ha negado estar organizando un golpe de Estado, pero ha nombrado nuevos jefes militares y de la gendarmería. Aunque las calles permanecieron en gran medida tranquilas, la atmósfera en la capital era tensa debido a los movimientos del ejército y la desaparición del presidente, lo que dejó al país enfrentando una renovada incertidumbre política.