Coches calcinados y edificios destrozados llenan las calles, mientras el sonido de las explosiones resuena por lo que queda de la ciudad.
A pesar del peligro, los voluntarios de la organización humanitaria Proliska continúan entrando en la ciudad devastada por la guerra para evacuar a los que aún están atrapados entre las ruinas. Durante una misión reciente, ayudaron a varias familias a huir, incluyendo a dos hermanos de ocho y trece años, cuyo hogar había sido repetidamente atacado por proyectiles cercanos. Para muchos, la evacuación ofrece la única oportunidad de supervivencia a medida que se acerca el invierno.
Sin embargo, no todos eligen irse. Algunos residentes insisten en quedarse, decididos a soportar las duras condiciones en el único lugar que llaman hogar. Los voluntarios dicen que su trabajo se vuelve más difícil con cada día que pasa, pero siguen comprometidos a salvar a tantas personas como sea posible — un viaje, y una conversación, a la vez.