La capital de Bosnia y Herzegovina, Sarajevo, amaneció alterada por una grave contaminación del aire. Se apagó la iluminación festiva, se pidió a los niños que permanecieran en casa y se paralizaron las obras al aire libre a medida que la visibilidad descendía en toda la ciudad, situada en un valle. Se cancelaron varios vuelos y el tráfico se ralentizó en la hora punta de la mañana, mientras algunos residentes llevaban mascarillas para protegerse del aire tóxico.
La geografía de Sarajevo hace que las emisiones de los hogares y del tráfico queden atrapadas por inversiones térmicas, lo que provoca niveles de contaminación peligrosos que superan los límites de seguridad durante más de 100 días al año. Para hacer frente a estos picos, las autoridades han aplicado medidas de emergencia, como prohibir la entrada al centro de la ciudad de vehículos pesados y coches antiguos, de altas emisiones.
Pese a estas restricciones, la transición hacia energías más limpias avanza con lentitud, lo que deja a Bosnia con una de las tasas de mortalidad per cápita más altas del mundo vinculadas a la contaminación del aire.