Las calles de Dak Lak y Gia Lai estaban cubiertas de ramas caídas y planchas de metal retorcidas.
A medida que bajaba el nivel del agua, vecinos y trabajadores locales empezaron a retirar los escombros, reparar tejados y secar sus pertenencias al sol.
Numerosas localidades registraron viviendas dañadas y líneas eléctricas derribadas, con más de 1.000.000 de hogares afectados por cortes de luz.
La tormenta llegó pocos días después de que Kalmaegi golpeara Filipinas, donde casi 200 personas murieron y muchas siguen desaparecidas.
Las autoridades filipinas han declarado una emergencia nacional, mientras otro tifón se acerca desde el Pacífico.