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Rechazo a una "tregua ficticia" o "puro odio": ¿Por qué España sigue movilizándose por Palestina?

Manifestantes marchan durante una protesta en apoyo a los palestinos y en protesta por las acciones del Gobierno de Israel, en Barcelona, ​​el 15 de octubre de 2025.
Manifestantes marchan durante una protesta en apoyo a los palestinos y en protesta por las acciones del Gobierno de Israel, en Barcelona, ​​el 15 de octubre de 2025. Derechos de autor  AP
Derechos de autor AP
Por Rafael Salido
Publicado Ultima actualización
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A pesar del acuerdo alcanzado la semana pasada entre el Gobierno de Israel y Hamás, que ha posibilitado la liberación de los rehenes y puesto fin a la ofensiva en Gaza, miles de españoles siguen saliendo a las calles para expresar su apoyo a la causa palestina. Muchos se preguntan el porqué.

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A pesar de que el Ejército israelí ha suspendido su ofensiva en Gaza, de que Hamás ha entregado a los 20 rehenes que tras más de dos años aún permanecían retenidos y de que la ayuda humanitaria ha empezado a entrar en la Franja, este miércoles miles de españoles volvieron a salir a la calle para expresar su apoyo a la causa palestina y su rechazo al Gobierno de Benjamin Netanyahu.

Si bien destacó el carácter pacífico de la mayoría de estas protestas, algunas acabaron volviéndose violentas, lo que ha llevado a muchos a preguntarse por qué en España no cesa el descontento pese al reciente acuerdo de paz alcanzado entre Israel y Hamás.

"Este acuerdo de paz lo consideramos una pantomima", resumía una de las activistas que se sumó a las protestas en Barcelona en declaraciones a 'RTVE'. Otro hablaba de "una tregua ficticia", haciéndose eco de la preocupación expresada estos días por numerosos expertos que han considerado que una vez superada la primera fase del proceso de 20 puntos del presidente Donald Trump llega ahora la parte realmente difícil del proceso.

Esto solo es un alto el fuego, nada más. No se puede ceder
Unai Sordo
Secretario general de CC.OO.

Esta primera fase del plan contemplaba el cese inmediato de las hostilidades, con la suspensión de todas las operaciones militares, la liberación inmediata de todos los rehenes israelíes y la entrega de los cuerpos de los fallecidos, en un plazo de 72 horas. Por su parte, el Gobierno israelí se comprometía, además, a la liberación de los prisioneros palestinos en Israel, incluidos 250 condenados a cadena perpetua y 1.700 personas detenidas desde el comienzo de la guerra. Sin embargo, a estas alturas, ni se han entregado todos los cadáveres, ni se ha liberado a todos los presos palestinos.

La segunda fase, que se antoja más complicada aún, contempla que Hamás deponga sus armas, una amnistía para los miembros de Hamás que se comprometan a renunciar a la resistencia armada y el despliegue de una fuerza internacional de paz.

Sin embargo, es la tercera fase, que contempla la creación de un Gobierno tecnócrata en Gaza y la posibilidad del reconocimiento de un Estado Palestino, la que muchos consideran insalvable. De hecho, el pasado 30 de septiembre, el propio Netanyahu volvió a descartar la posibilidad de que se reconozca a Palestina.

Escepticismo ante el posible reconocimiento de Palestina

"Hace falta un acuerdo político de fondo para reconocer la soberanía del Estado de Palestina. Hasta que no ocurra esto, este conflicto no se habrá resuelto", esgrimía ayer el secretario general de Comisiones Obreras, Unai Sordo, durante la jornada de paro convocada en Madrid, a la que se sumó el embajador de Palestina en España, Husni Abdel Wahed. "Esto solo es un alto el fuego, nada más. No se puede ceder en la presión", recalcaba el sindicalista, quien llegó a reclamar el cierre de la embajada israelí.

En Barcelona la protesta derivó en disturbios frente al consulado de Israel. Allí, según los Mossos d'Esquadra, un grupo intentó derribar las barreras y lanzó piedras contra los agentes. La manifestación, que había reunido a unas 15.000 personas según la Guardia Urbana, se dispersó tras los primeros enfrentamientos.

Las imágenes de grupos atrincherados tras columnas de fuego recorrieron las redes sociales. Las proclamas fueron más radicales que en Madrid: "Israel asesina y Europa patrocina", clamaban algunos manifestantes. Otros portaban pancartas con proclamas incendiarias; una en concreto rezaba: "Derribemos el Estado de Israel. Alto al imperialismo genocida".

No, no se trata de la paz. Es puro odio contra Israel
Dana Erlich
Encargada de negocios de la embajada de Israel

Este tipo de mensajes llevó a la encargada de negocios de la embajada de Israel en España, Dana Erlich, a reaccionar a través de las redes sociales, llegando a afirmar que las protestas no buscaban la paz, sino que obedecían al "puro odio contra Israel".

"Si alguien todavía tenía dudas: El hecho de que las manifestaciones contra Israel siguen, días después de que Israel ya aceptó un acuerdo que ofrece a la región una oportunidad verdadera para un futuro pacífico, muestra claramente de qué se trata todo este movimiento. No, no se trata de la paz. Es puro odio contra Israel", esgrimió Erlich en un post de X en el que se podía ver una imagen de las protestas con un texto superpuesto que planteaba una simple pregunta: "Por qué???".

Desde Madrid, la secretaría de Acción Social, Carmen Arnaiz, en declaraciones recogidas por 'RTVE', discrepaba diametralmente con la perspectiva de la representante israelí al afirmar que "no se puede hablar de paz ni de fin de un conflicto, si no hay justicia".

En Valencia, los disturbios precedieron al partido de Euroliga de baloncesto entre el Valencia Basket y el Hapoel Tel Aviv. Unas 1.000 personas se concentraron en torno al Roig Arena y al menos cinco fueron detenidas, según la Delegación del Gobierno.

La protesta, inicialmente pacífica, derivó en cargas policiales cuando algunos manifestantes intentaron bloquear el acceso del equipo israelí. "No se puede normalizar el deporte con genocidas", gritaban los activistas, en un gesto que enlaza con los reclamos de boicot, que ya se pudieron escuchar en septiembre durante La Vuelta. Estas protestas se replicaron en otras ciudades como Pamplona, Bilbao, Girona o Gijón, donde estudiantes y sindicatos menores llamaron a "pararlo todo para parar el genocidio".

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