La experiencia flotante, un "masaje para el cerebro", por Lauren Fleishman

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Durante una cena reciente, el anfitrión animó a los invitados a hablar sobre sus últimas citas.

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Durante una cena reciente, el anfitrión animó a los invitados a hablar sobre sus últimas citas. Me preparé entonces para algunas deplorables historias acerca de Tinder y similares, pero cual fue mi sorpresa al escuchar a uno de los comensales hablar de como había sido invitado a “flotar”. Explicó que su cita lo había llevado a una experiencia de “privación sensorial” en Los Ángeles, llamada Float Loab, donde permaneció flotando sin esfuerzo durante dos horas dentro de una cámara llena de agua salada, sin ningún tipo de luz o ruido exterior. ¿El objetivo? Explorar su mente, sin trabas, lejos de cualquier distracción.

Siendo como soy, una persona aventurera, al día siguiente llamé para pedir cita. Me enteré de que los tanques son higiénicos, limpios, seguros. Me enumeraron una serie de datos técnicos a los que respondí “sí, ajá”, de manera mecánica y entonces fui al grano: “¿Pero qué es lo que puedo experimentar?”. Tras un momento de silencio, del otro lado de la línea pude escuchar: “Las expectativas solo llevan a la decepción. Entre simplemente siendo usted mismo”.

Frustrado ante tanto rodeo, decidí ir por mi cuenta. No sabía que esperar de aquello, así que lo mejor sería ir sin acompañante. Fui advertido por el operador de que una vez el contador se pusiera en marcha yo debía entrar en una habitación privada donde debía ducharme antes de pasar a una cámara de cinco pies de ancho, ocho de largo y siete de alto. Aterrorizado, y pensando que habría cámaras grabando todos mis movimientos (no las hay, obviamente), entré de puntillas en el tanque de flotación y cerré lentamente la gigantesca puerta hasta que esta chasqueó.

En completo silencio y dentro de la más absoluta oscuridad, dejé mi cuerpo flotar y quedé boca arriba, mirando hacia donde debía estar el techo. Aquello no se parecía a nada que jamás hubiera experimentado, así que me imaginé que era como estar en el espacio. Y entonces, como si alguien tocara un botón de reinicio dentro de mi cerebro, mi mente se quedó totalmente en blanco.

Tras adaptarme a esta extraña sensación, que duró unos cuatro minutos dentro de las dos horas de sesión, sentí una profunda relajación. E-mails, documentos, problemas familiares, compromisos… todo quedaba atrás, en un mundo que yo había abandonado. Me encontraba en un estado en el que ni siquiera podía lidiar con esos asuntos aunque quisiera. Aquel aislamiento era liberador. Finalmente disfrutaba de un rato conmigo mismo, un verdadero lujo en una época de distracción desenfrenada en el que los pensamientos son interminables y la privacidad es lo inusual. De manera lúcida, exploré mis sentidos. Moví mi cuerpo a ambos lados de la cámara para intentar acostumbrarme a la ingravidez. Escuché el sonido ensordecedor de mi propia respiración. Según parece, algunas personas incluso duermen dentro de la cámara, pero yo soy demasiado neurótico como para hacer algo así. Estuve ahí dentro una hora y cuarenta y cinco minutos (prueba a quedarte quieto con los ojos cerrados tan solo un minuto y te darás cuenta de cuánto tiempo es eso). Al acabar, me sentí inexplicablemente pesado y ligero al mismo tiempo además de muy cansado.

Los efectos de la flotación son diferentes para cada persona. Algunos beneficios incluyen la reducción del estrés o la ansiedad, la mejora del sueño, la normalización de la presión arterial, mayor concentración y creatividad, alivio del dolor y recuperación del jet lag, entre otros. Después de que desapareciera por completo esa sensación de cansancio me dí cuenta de que aquello no era en realidad cansancio sino relajación, lo cual era algo extraño para mí. Decidí que la flotación es como un masaje, un masaje para el cerebro. ¡Todo un lujo a aprovechar más a menudo!


Lauren Fleishman @Lafleish

Lauren es un guionista de televisión con sede en Los Ángeles y un freelance “Streetscaper”. Fascinado por el comercio electrónico, la cultura pop y las tendencias de consumo, Lauren fundó L.A.F. Creative, un lugar para mostrar su visión e identificar los próximos productos, empresas y tendencias para crear contenido comercial para las marcas. En el pasado Lauren ha trabajado para el exitoso programa de televisión Grey’s Anatomy y en proyectos para clientes como ABC / Disney, Coca Cola y Unilever.

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