La rivalidad de las superpotencias en el espacio está entrando en una nueva fase, en la que la independencia energética más allá de la Tierra desempeña un papel clave.
El administrador interino y secretario de Transporte de la NASA, Sean Duffy, ha anunciado la aceleración de un proyecto clave: la construcción de un reactor nuclear de 100 kilovatios en la superficie lunar, cuya finalización está prevista para 2030. Se espera que este espectacular aumento de potencia (los diseños anteriores partían de unos 40 kW) proporcione energía estable a las futuras bases en la Luna.
La instalación se construirá en el marco del programa internacional Artemis, supervisado por la NASA. El principal objetivo de esta iniciativa no es sólo devolver seres humanos a la Luna, sino también preparar el terreno para futuras expediciones a Marte.
Además de la propia unidad de generación de energía, será sumamente importante una completa infraestructura de apoyo, desde las redes de transmisión hasta el almacenamiento de energía. Esta audaz iniciativa responde a la creciente actividad de China y Rusia en el espacio y anuncia una nueva era de competencia mundial más allá de la órbita terrestre.
¿Es posible el plazo de 2030?
Según los expertos, aunque ambicioso, el plazo de 2030 es técnicamente posible. La NASA y el Departamento de Energía llevan mucho tiempo trabajando en sistemas de energía de fisión en superficie; recientemente, en 2022, se adjudicaron contratos para diseñar módulos de ~40 kW.
Los reactores tienen que funcionar de forma fiable en condiciones extremas: fluctuaciones de temperatura desde el calor diurno hasta heladas nocturnas de hasta -200 °C, ausencia de atmósfera, refrigeración limitada. Por tanto, los reactores deben ser estancos, seguros y capaces de gestionar el calor en condiciones de baja presión y menor gravedad. Además, el lanzamiento de un cohete conlleva el riesgo de un fallo: el reactor se enviaría en estado "desactivado" para minimizar el riesgo de contaminación en caso de catástrofe.
La guerra fría se traslada a la Luna
Según el Tratado del Espacio Exterior de 1967, nadie puede reclamar territorio en la Luna. Sin embargo, las zonas de seguridad alrededor del reactor -por razones técnicas- pueden bloquear de facto el acceso de otros a zonas estratégicas.
"El primer país que llegue allí podría declarar una zona prohibida, lo que obstaculizaría considerablemente las operaciones de la NASA", advirtió Sean Duffy.
China ya está probando el módulo de aterrizaje "Lanyue", con el que se espera llevar seres humanos a la Luna antes de 2030. Junto con Rusia, planean construir una Estación Internacional de Investigación Lunar para 2035, posiblemente con su propio reactor nuclear.
Asociación tecnológica con Europa
La actividad europea en la exploración lunar no se limita al apoyo al programa Artemis. Los países europeos están llevando a cabo sus propios proyectos avanzados que no sólo pueden inspirar las empresas estadounidenses, sino que a menudo se alimentan directamente de ellas, convirtiéndose en valiosos socios.
El proyecto italiano SELENE (Lunar Energy System with Nuclear Energy), dirigido por ENEA en colaboración con ASI, la Universidad Politécnica de Milán y Thales Alenia Space, prevé la construcción de un "Moon Energy Hub", una fuente de energía estable en la Luna basada en pequeños reactores nucleares (Surface Nuclear Reactors).
La Agencia Espacial Europea (ESA) está llevando a cabo el programa Moonlight para crear una constelación de cinco satélites: cuatro de navegación y uno de comunicaciones. Se espera que la iniciativa, apoyada por Italia y el Reino Unido, dé soporte a más de 400 misiones lunares en los próximos 20 años, estableciendo el estándar para la infraestructura cislunar.
La empresa española GMV ha desarrollado el sistema LUPIN, que permite una navegación precisa en la superficie lunar utilizando señales de satélite, similares a las del GPS pero adaptadas a las condiciones lunares. Las pruebas se realizaron en Fuerteventura, cuyo paisaje se asemeja a la superficie lunar.
Airbus colabora con la ESA en el Vehículo de Transferencia Lunar CIS (CLTV), un vehículo de transporte versátil capaz de transportar carga entre la Tierra, la órbita y la Luna. Paralelamente, se está desarrollando el EL3 (European Large Logistic Lander), un módulo de aterrizaje que transportará cargas útiles y muestras a la superficie lunar en apoyo de la autonomía de exploración europea.
El centro LUNA, una iniciativa conjunta de la ESA y el DLR alemán, se está construyendo en Colonia. Se trata de una sala de 700 metros que simula las condiciones lunares, con una capa de rocas y sistemas de iluminación que imitan el ciclo diurno y nocturno en la Luna. Se utiliza para entrenar astronautas, probar robots, la interacción hombre-máquina, sistemas energéticos y simular operaciones en la superficie.
El consorcio PULSAR, liderado por Tractebel y financiado por Euratom, está desarrollando un sistema de energía para rovers basado en plutonio-238 (Pu-238), una alternativa fiable a la energía solar para las duras condiciones lunares y las largas noches.
La Agencia Espacial Italiana (ASI) trabaja con la NASA en un módulo habitable polivalente (MPH), un lugar de refugio para los astronautas en la superficie lunar.
Regreso al Globo de Plata
La carrera espacial entra en una nueva fase en la que la independencia energética más allá de la Tierra desempeña un papel clave. El reactor lunar se está convirtiendo no sólo en un proyecto de ingeniería, sino también en una herramienta de competición estratégica, determinante de la superioridad tecnológica y política.
De aquí a 2030, podríamos asistir no sólo al regreso de los humanos a la Luna, sino también al establecimiento de las primeras instalaciones energéticas permanentes, que se convertirán en la base de una presencia humana a largo plazo en el espacio. Al mismo tiempo, se plantean cuestiones de derecho, seguridad y cooperación internacional, pues aunque el Tratado sobre el Espacio Ultraterrestre prohíbe la "apropiación" de este satélite natural de la Tierra, la práctica de las zonas de seguridad puede introducir una nueva forma de geopolítica espacial.
Europa, con su amplio abanico de proyectos, puede convertirse no sólo en un socio, sino también en un actor independiente en este proceso, combinando la innovación tecnológica con un papel activo en la configuración de las normas de la exploración lunar.
Si estos planes se hacen realidad, el futuro paisaje del Globo de Plata podría parecerse más a un parque tecnológico industrial que a un tranquilo e intacto desierto espacial. Es el comienzo de una era en la que la cuestión no es si se establecerán bases en la Luna, sino bajo qué reglas y quién las establecerá.