El maestro alemán Christian Thielemann dirigió el primero de enero el célebre Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena por segunda vez y con el deseo de que los valses y polcas bajo su batuta despierten esperanza en "un mundo desgarrado por guerras e intolerancia".
Así lo manifestó Thielemann al dirigirse al púbico de la Sala Dorada del Musik Verein de la capital austríaca y a los millones de personas que seguían por televisión y radio el más mediático de los espectáculos de música clásica del planeta.