El paso de la depresión Claudia por Portugal deja 3 muertos y evidencia el peligro de construir en zonas de alto riesgo de inundación. Expertos advierten que los fenómenos extremos serán más frecuentes por el cambio climático y reclaman una mayor "cultura del riesgo" y ordenación territorial.
Inundaciones, caída de árboles y destrucción generalizada. Estas fueron algunas de las principales consecuencias del paso de la depresión Claudia que, hasta el domingo, según Protección Civil, había causado 4.017 incidentes desde el miércoles y provocado la muerte de tres personas.
Según la autoridad, las regiones de Setúbal, Oporto y el Algarve fueron las más afectadas por el empeoramiento del tiempo, marcado por episodios de precipitaciones y vientos extremos.
En la localidad algarvía de Albufeira se produjo un tornado el sábado por la mañana, que mató a una mujer británica de 85 años y causó importantes daños en un hotel y un camping, cuyas imágenes circularon por toda Europa.
Pero los impactos de la borrasca Claudia no sólo se dejaron sentir en Portugal. Los efectos de su paso también fueron visibles en España, Irlanda, Inglaterra y Gales, registrándose inundaciones en diferentes localidades.
Las consecuencias de los fenómenos meteorológicos extremos son cada vez más frecuentes en los últimos años. Un ejemplo de ello fue la DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) que azotó España, y en concreto la Comunidad Valenciana, en octubre del año pasado, y que causó más de 200 muertos. Un año después, la isla española de Ibiza también sufrió graves inundaciones, mientras que Francia sintió el impacto de la tormenta Benjamin.
¿Son realmente cada vez más frecuentes estos fenómenos? ¿Con qué precisión pueden predecirse los tornados? ¿Está preparado el país para hacer frente a situaciones similares en el futuro?
¿Qué ocurrió el sábado en Albufeira?
En declaraciones a 'Euronews', Paulo Pinto, meteorólogo del IPMA (Instituto Portugués del Mar y de la Atmósfera), explica que en la localidad algarvía se identificó "un tornado originado por una supercélula" o, lo que es lo mismo, "un mesociclón".
Es decir, la base de este fenómeno fue, simplificando, una "nube tormentosa que, debido a determinadas circunstancias, adquirió circulaciones organizadas [de aire] en su interior".
Para que se forme, dice Paulo Pinto, es necesario que el "viento horizontal" en la "baja atmósfera", es decir, en los "primeros dos o tres mil metros" de altitud, y el que está mucho más arriba, a la altura de los "seis mil metros", tengan características diferentes en cuanto a dirección y velocidad (cizalladura del viento).
Son estas diferencias las que, en última instancia, dan lugar a la formación de un tornado, comúnmente identificado como un "vórtice que muestra el aire girando a lo largo de un eje aproximadamente vertical y elevándose desde el suelo hasta la base de la nube madre".
También en declaraciones a 'Euronews', el climatólogo Carlos da Camara añadió que los fenómenos meteorológicos extremos que se han producido en Portugal en los últimos días son el resultado de una "depresión fría", diferente de las llamadas "depresiones frontales", que se caracterizan por la interacción contrastada "entre dos masas de aire, una fría y seca, la otra caliente y húmeda", que dan lugar a "inestabilidades que provocan lluvias, viento, etc".
Estas depresiones frontales destacan por su "movilidad", desplazándose normalmente "de oeste a este" y tardando "unas horas en pasar sobre el territorio". En cambio, en las depresiones frías, como la última que azotó Portugal, "los vientos hacen casi un círculo en sentido contrario a las agujas del reloj y así tenemos una especie de núcleo de bajas presiones en el centro y luego van aumentando hacia la periferia".
¿Son estos fenómenos más recurrentes hoy que en el pasado?
El climatólogo del Instituto Dom Luiz (IDL) de la Universidad de Lisboa subraya que este fenómeno no es "inédito" en territorio portugués. "Las depresiones frías ocurren con frecuencia en Portugal y suelen ser responsables de inundaciones, etc.", explica.
De hecho, "un 'primo' de estas depresiones, no exactamente igual, pero muy cercano, fue lo que ocurrió en Valencia el año pasado", describe Carlos da Câmara, en referencia a DANA.
En términos estadísticos, añade, y sabiendo que "el cambio climático tiene que ver con la emisión de gases de efecto invernadero", esto provoca, en primer lugar, que "haya más energía almacenada en la atmósfera". De este modo, hay "más energía disponible para convertirse en movimiento" o, lo que es lo mismo, "para impulsar fuertes vientos", y estos sucesos se vuelven más probables.
Por otro lado, dice Carlos da Camara, "el cambio climático está llevando a un menor contraste entre el frío del norte, el norte polar, y el cálido sur ecuatorial". Así, "si las regiones polares se calientan más rápido que las ecuatoriales, la diferencia entre el sur cálido y el norte frío disminuye".
En consecuencia, dice el profesor, si este contraste se reduce, hay una "mayor posibilidad de que haya ondulaciones al norte y al sur en la atmósfera [...] que causen estas depresiones frías". A la vista de estos datos, concluye, "es de esperar" que este tipo de fenómenos empiecen a repetirse cada vez más.
En el caso concreto de los tornados, y en cuanto a si hoy en día hay "más que hace 40 años", Carlos da Camara cree que es una pregunta "difícil" de responder, ya que hoy en día "un tornado siempre es grabado por alguien con un teléfono móvil", y es difícil que pase desapercibido, a diferencia de lo que ocurría en el pasado.
¿Cuál es la capacidad de previsión de los tornados?
Según el experto del IPMA contactado por 'Euronews', a pesar de todos los "radares, observación por satélite, estaciones de superficie y modelos numéricos" que existen en la actualidad, y "como resultado de las condiciones prácticas y tecnológicas" de que disponen las autoridades responsables de la previsión meteorológica, sigue siendo "insuficiente la observación" a nivel de una capa de la troposfera inferior ($0-1\text{ km}$).
Precisamente por eso, explica Paulo Pinto, aunque sea posible indicar "con varios días de antelación" que "una tormenta o depresión" va a impactar en territorio nacional, no ocurre lo mismo con la ocurrencia de tornados.
Entre otras cosas porque "con el radar meteorológico" los expertos no pueden "observar los tornados".
"Lo que observa el radar meteorológico es la estructura convectiva y el mesociclón", que luego permite a los meteorólogos valorar si tiene mayor o menor potencial para generar un tornado. Aún así, dice Paulo Pinto, "esta evaluación no suele ser concluyente porque no conocemos con exactitud toda la física inherente a la generación del fenómeno", por lo que no es posible indicar con precisión el lugar y el momento en que podría producirse un evento de esta naturaleza.
También corresponde a las autoridades competentes, es decir, Protección Civil, actuar de acuerdo con los avisos meteorológicos emitidos por el IPMA, "como es práctica común", asegura Paulo Pinto, al tiempo que señala que "la verdad es que no hay avisos de tornado."
"En los días -y hay bastantes, más de los que la gente cree- en los que hay probabilidad de que ocurran fenómenos extremos [...], nuestra interacción con Protección Civil es siempre informarles lo mejor posible". Sin embargo, respecto a la forma en que la autoridad comunica este tipo de cuestiones, afirma que "no es fácil comunicar situaciones de riesgo asociadas a fenómenos de baja probabilidad que no son predecibles en el sentido clásico del término".
Carlos da Camara, profesor de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Lisboa especializado en climatología, apoya la tesis de que "un tornado es imposible de predecir" y que sólo es posible decir que, en determinadas ocasiones, pueden darse "condiciones muy favorables para la ocurrencia de tornados".
Y explica su razonamiento: "Una regla simple que todo meteorólogo conoce [...], y que es justificable desde el punto de vista de las leyes de la física, es que cuanto menor es la escala del fenómeno, menos previsible es". Un tornado, subraya, es un fenómeno "extremadamente local" y, por tanto, mucho más difícil de prever.
En cuanto a los avisos emitidos por el IPMA sobre la llegada de la depresión Claudia a territorio portugués, el conferenciante consideró que se emitieron "todos los avisos oportunos, con gran precisión", para sensibilizar a la población sobre lo que se avecinaba. Recordó que la propia Protección Civil emitió avisos a la población, dándoles recomendaciones y precauciones a tomar durante este periodo, que fueron difundidos por diversos medios de comunicación.
Adélia Nunes, presidenta de la Asociación Portuguesa de Geógrafos, también comparte la idea de que los tornados "son fenómenos muy localizados y difíciles de vigilar". "Por eso, la prevención es estructural y no se dirige específicamente a este tipo de fenómenos", subraya en declaraciones a 'Euronews'.
Según el geógrafo, estos fenómenos que combinan varios elementos meteorológicos simultáneamente, como lluvias muy intensas y vientos muy fuertes, hay que verlos a una escala "muy micro, muy pequeña", porque son raros y tienen que tener unas condiciones locales específicas para formarse.
"Obviamente puede haber avisos meteorológicos, pero son mucho más generales que a escala local. No se trata de tornados, ni siquiera de rachas de viento muy fuertes", explica el director del Departamento de Geografía y Turismo de la Universidad de Coimbra.
Fallos en términos de "sentido cívico" y "cultura del riesgo"
A pesar de todo, Carlos da Camara afirma que no todo fue sobre ruedas, y que uno de los principales problemas tuvo que ver con el "sentido cívico" de los ciudadanos. Ante los "avisos de temporal y oleaje" extremos, prosigue, se han dado varios casos de personas que desoyeron las recomendaciones de las autoridades. "Inmediatamente van a los acantilados a hacer fotos y no se dan cuenta del peligro que corren", explica.
Algo parecido ocurre en verano. En opinión del profesor, los portugueses deberían preocuparse de "mirar las cartas meteorológicas o los avisos [existentes] para saber si es prudente ir de acampada", en función de si existe o no riesgo de incendio rural. "No sólo en caso de terremoto" hay que extremar las precauciones, añade el climatólogo.
Ante esta realidad, Carlos da Camara cree que existe un grave problema de "falta de información" y de "falta de preparación por parte de los ciudadanos". Esto debe prevenirse desde edades tempranas, especialmente en las escuelas y el sector educativo, pero también mediante campañas de concienciación sobre estos riesgos.
Adélia Nunes habla incluso de un problema de alfabetización [climática], identificando que existe una "falta de cultura del riesgo".
"Creo que tenemos una memoria muy corta de lo que son los riesgos, es decir, olvidamos muy rápidamente las manifestaciones anteriores de riesgo. Por eso, en términos políticos, hay que centrarse en la prevención de riesgos, y esto tiene mucho que ver con la alfabetización sobre el riesgo", argumenta el geógrafo.
Según el experto, esto se aplica a cualquier tipo de riesgo, ya sean inundaciones o incendios, por ejemplo. Por tanto, "es transversal: la gente no sabe cómo reaccionar en situaciones de riesgo porque, de hecho, en nuestra sociedad no existe una verdadera cultura del riesgo, en la que cada uno sea el primer agente de protección personal", añade.
Construir sin tener en cuenta el riesgo de inundaciones
Carlos da Camara señala también que hay "otro aspecto" que no se puede pasar por alto, y en el que "hay que avanzar mucho más" en términos de "infraestructuras y prevención".
Citando los episodios de inundaciones cada vez más recurrentes en Portugal, el profesor de la Universidad de Lisboa señala que las inundaciones siguen ocurriendo "por deficiencias en la limpieza", pero también por la falta de "mejores alcantarillas", entre otras carencias. Por eso, en su opinión, es necesario un mayor compromiso con la prevención.
Portugal tiene 63 zonas con riesgo potencial de inundaciones, que podrían afectar a más de 100.000 habitantes del territorio continental, según la Agencia Portuguesa de Medio Ambiente (APA).
Pero Adélia Nunes cree que el potencial para aumentar el número de zonas en riesgo es grande, dado que los fenómenos extremos son cada vez más recurrentes, pero también más irregulares en el tiempo y en el espacio.
"Junto a estos fenómenos más recurrentes, tenemos también una construcción cada vez más dispersa en zonas de alto riesgo de inundación. El crecimiento urbano, con construcciones en lechos de inundación, crea estas situaciones, y posiblemente el número de zonas susceptibles de sufrir este tipo de riesgo de inundación tenderá a crecer en el futuro, ante fenómenos meteorológicos cada vez más extremos", afirma el geógrafo.
El profesor de la Universidad de Coimbra también señala el hecho de que los edificios se construyen sin tener en cuenta los mapas de riesgo.
"La cartografía de riesgos es fundamental para delimitar las zonas donde deben o no crecer las áreas urbanas, y en realidad el poder político y las autoridades locales a menudo no se preocupan de esta cuestión, sino de aumentar su tejido urbano, la superficie de viviendas u otras infraestructuras, sin tener en cuenta estas zonas de riesgo", denuncia.
Para el profesor, tendrá que ser el Gobierno central el que defina qué instituciones elaboran esta cartografía y los instrumentos legales que permitan operativizarla en términos territoriales.
"Tenemos que preparar nuestro territorio para estos eventos cada vez más extremos. Y esto sólo se puede lograr a través de políticas eficaces en términos de ordenación y gestión del territorio", que, de hecho, no han estado en consonancia con los cambios que se están produciendo en estos fenómenos, argumenta.
Adélia Nunes subraya que todas las zonas urbanas que no tienen drenaje directo a un curso de agua corren el riesgo de inundarse porque el suelo está impermeabilizado.
Esto se debe a que "el sistema de drenaje interno de las ciudades está infradimensionado", es decir, no es capaz de drenar toda el agua que circula por la superficie, porque el suelo está impermeabilizado y prácticamente toda el agua de las precipitaciones escurre por la superficie", explica.
La mayoría de los municipios en riesgo se encuentran en las regiones del Tajo y del Oeste, pero también en torno a los ríos Vouga, Mondego y Lis.
"Si tenemos edificios y personas expuestos, es natural que en una situación extrema aumenten los daños materiales y humanos", lamenta la geógrafa, que subraya que "las ciudades, sobre todo, tendrán que prestar más atención en este contexto de fenómenos cada vez más extremos, precipitaciones cada vez más intensas y concentradas y creciente impermeabilización del suelo, que hace que el agua no se infiltre y no circule por la superficie".