Bélgica ha decidido poner fin a su ley nacional de abandono progresivo de la energía nuclear. Esta decisión se inscribe en un clima político europeo favorable a la energía atómica.
Se trata de un cambio político y energético en Bélgica. El 15 de mayo, el país decidió derogar su ley sobre el abandono progresivo de la energía nuclear. El texto aprobado por los diputados va aún más lejos, al contemplar la posibilidad de reactivar la industria atómica en el futuro, con la posibilidad de construir nuevas centrales.
En 2003, Bélgica decidió eliminar progresivamente sus siete reactores nucleares entre 2015 y 2025. El Gobierno actual ha decidido dar marcha atrás en este compromiso para hacer frente a los retos actuales.
"Sabemos que es una fuente de energía baja en carbono, lo que significa que podemos cumplir nuestros objetivos climáticos europeos, pero también es una fuente de energía abundante. Y tenemos tres objetivos que comparten nuestros socios europeos. Son la seguridad del suministro, un precio controlado y una energía baja en carbono. Y la energía nuclear cumple los tres criterios", explica Mathieu Bihet, ministro belga de Energía.
La elección de Bélgica no es aislada dentro de la UE. Forma parte de una dinámica política que recorre los Estados miembros. "Creo que obviamente se debe a la situación actual, con una enorme incertidumbre geopolítica y una dependencia del gas que sigue siendo muy fuerte. Así que, naturalmente, todo lo que podamos hacer para ser más independientes del gas, tenemos que hacerlo. La energía nuclear es una vía", afirma Adel El Gammal, profesor de geopolítica de la energía en la Universidad Libre de Bruselas (ULB).
La UE cuenta con un centenar de reactores nucleares en 12 países (Bélgica, Bulgaria, España, Finlandia, Francia, Hungría, Países Bajos, República Checa, Rumanía, Eslovaquia, Eslovenia y Suecia). Casi una cuarta parte de la electricidad producida en la UE procede de la energía nuclear.
Los Estados miembros reconsideran su postura
Sin embargo, este impulso a favor del átomo también se está extendiendo a países que no confían, o ya no confían, en esta tecnología. Alemania se considera el eje de una posible reconversión a escala europea. En 2011, el país se comprometió a eliminar progresivamente la energía nuclear, reforzando así su condición de voz del movimiento antinuclear dentro de la UE.
Esto se logró en abril de 2023 con el cierre de las tres últimas centrales. Durante la campaña electoral de principios de año, el nuevo canciller, Friedrich Merz, había prometido estudiar la posibilidad de reactivar este sector. Pero el dirigente admitió más tarde que el retorno a la energía nuclear parecía improbable, sobre todo teniendo en cuenta que la cuestión está dividiendo al Gobierno de coalición que dirige. No obstante, la promesa electoral de Friedrich Merz marcó una profunda ruptura ideológica en el panorama político alemán.
Italia también se plantea reintroducir la energía nuclear. A finales de los años ochenta, Roma decidió poner fin a la energía nuclear. Pero el Gobierno de la primera ministra Giorgia Meloni ha fijado 2030 como fecha objetivo para volver a la energía nuclear. El Gobierno de coalición argumenta que este recurso contribuirá a garantizar la seguridad energética del país y a alcanzar los objetivos medioambientales de descarbonización.
Por razones similares, Polonia se ha embarcado en un vasto programa nuclear. Varsovia decidió construir su primera central en 2022, y está previsto que el primer reactor entre en funcionamiento a partir de 2033. Dinamarca debe añadirse a esta lista de Estados miembros que no quieren dar la espalda al átomo. El mismo día que Bélgica, Copenhague adoptó una legislación en el mismo sentido. Suecia también dice querer reforzar su industria nuclear. En España, el Gobierno está siendo presionado para que reconsidere el abandono progresivo de la energía nuclear tras el gigantesco apagón que asoló el país a finales de abril.
Una opción a largo plazo
Adel El Gammal, que también es secretario general de la Alianza Europea para la Investigación Energética (EERA), sugiere dos estrategias para volver a la energía nuclear, que no son excluyentes pero sí muy diferentes en su desarrollo.
"La primera consiste en ampliar al máximo las instalaciones existentes. Y aquí yo diría que si puede hacerse en condiciones de seguridad bien establecidas, debe hacerse en la medida de lo posible. Es una obviedad, como se suele decir", explica.
"En cambio, relanzar una nueva industria nuclear o relanzar la construcción de nuevos reactores es mucho más complicado, porque, en primer lugar, los presupuestos en juego son extremadamente elevados", prosigue. Luego está el tiempo necesario para construir una central. Se necesitan unos diez años. "Dada la urgencia de la autonomía estratégica y el cambio climático, se trata de un problema importante", advierte Adel El Gammal. Más aún porque "el auge de las energías renovables es significativamente más rápido".
Construir una industria de la energía atómica significa planificar a largo plazo. Esto significa prever el coste de los diferentes recursos energéticos a lo largo de una década. Sin embargo, como señala Adel El Gammal, las energías renovables se basan en una lógica de costes decrecientes y tecnología creciente, "mientras que en las tecnologías maduras, como la nuclear, los costes dependen mucho de las materias primas, esto es, del cemento, del acero... Es decir, de materias primas cuyo coste tiende a aumentar".
Pero, para el profesor, nuclear y renovables no son estrategias contradictorias; al contrario, pueden ser complementarias. Para intentar aportar certidumbre a la industria, Mathieu Bihet sugiere la creación de proyectos conjuntos e inversiones multiestatales, que "abaratarán los costes, pero también estabilizarán las inversiones para dar confianza a las empresas".